¿Escuchas?

No sé si alguna vez has examinado cómo escuchas, no importa a qué, ya sea a un pájaro, al viento en las hojas, a las aguas que corren, o cómo escuchas a tu diálogo interior, a tu conversación en las distintas relaciones con tus amigos íntimos, tu mujer o marido. Si intentamos escuchar lo encontramos extraordinariamente difícil, porque siempre estamos proyectando nuestras opiniones e ideas, nuestros prejuicios, nuestro pasado, nuestras inclinaciones, nuestros impulsos; cuando estos dominan, apenas escuchamos a lo que se está diciendo. Ese estado no aporta valor alguno. Uno escucha y por tanto aprende; solo en un estado de atención, un estado de silencio, en el que todo este trasfondo esté en suspenso, esté acallado; entonces, me parece a mí, que es posible la comunicación” 
Talks and Dialogues. Krishnamurti




Podríamos empezar a escuchar a los demás con atención, ¿os veis capaces de intentarlo? Escuchar sin dar consejos, sin dar opiniones, sin atender a nuestro continuo diálogo interno. Solo escuchar, en silencio. Con el corazón abierto y la mente callada. Escuchar a los demás sin juzgar. Mirándoles a los ojos y descubriendo lo que esconde el fondo de su alma. Es la única manera de, de verdad, conectar con ellos. La única manera de crear relaciones profundas.

No me resisto a transcribiros este pasaje de Momo:

"Lo que la pequeña Momo sabía hacer como nadie era escuchar. Eso no es nada especial, dirá, quizás, algún lector; cualquiera sabe escuchar.
Pues eso es un error. Muy pocas personas saben escuchar de verdad. Y la manera en que sabía escuchar Momo era única.

Momo sabía escuchar de tal manera que a la gente tonta se le ocurrían, de repente, ideas muy inteligentes. No porque dijera o preguntara algo que llevara a los demás a pensar esas ideas, no; simplemente estaba allí y escuchaba con toda su atención y toda su simpatía. Mientras tanto miraba al otro con sus grandes ojos negros y el otro en cuestión notaba de inmediato cómo se le ocurrían pensamientos que nunca hubiera creído que estaban en él.

Sabía escuchar de tal manera que la gente perpleja o indecisa sabía muy bien, de repente, qué era lo que quería. O los tímidos se sentían de súbito muy libres y valerosos. O los desgraciados y agobiados se volvían confiados y alegres. Y si alguien creía que su vida estaba totalmente perdida y que era insignificante y que él mismo no era más que uno entre millones, y que no importaba nada y que se podía sustituir con la misma facilidad que una maceta rota, iba y le contaba todo eso a la pequeña Momo, y le resultaba claro, de modo misterioso mientras hablaba, que tal como era sólo había uno entre todos los hombres y que, por eso, era importante a su manera, para el mundo.
¡Así sabía escuchar Momo!".



 

Comentarios

  1. No sabemos escuchar. Es por falta humildad? Es la sociedad competitiva en la que nos movemos?
    Es una pena que nuestra mente nos lleve siempre criticar o a tener que demostrar que lo que tu digas sera mejor que lo que diga el otro.
    Qué suerte que haya excepciones como tú Clementina!!! Eres nuestra Momo!!!

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    1. Querido anónimo:

      La falta de humildad, las prisas, el miedo a bucear en los demás, o más que el miedo, la falta de interés, nos hace vivir en la superficie de una pantalla en la que no cabe la escucha "¿Para qué escuchar, si es más entretenida la serie de Netflix?¿Voy a escuchar a la petarda de mi mujer, para qué escuchar a mi madre, a mi hijo, o a mi vecino? Si ya me lo han dicho todo. Donde esté un buen partido de fútbol, que se quite lo demás." Todo eso es lo que piensan tantos... demasiados en mi opinión. Encontrar en estos días una auténtica conversación, es como encontrar una pepita de oro en el río. ¡Ay esos momentos de escucha y dicha! ¡Ay que no desaparezcan nunca de mi vida!

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