Cierto día, un sabio visitó el infierno. Allí, vio a mucha gente sentada en torno a una mesa ricamente servida. Estaba llena de alimentos, a cual más apetitoso y exquisito. Sin embargo, todos los comensales tenían cara de hambrientos y el gesto demacrado: Tenían que comer con palillos; pero no podían, porque eran unos palillos tan largos como un remo. Por eso, por más que estiraban su brazo, nunca conseguían llevarse nada a la boca.
Impresionado, el sabio salió del infierno y subió al cielo. Con gran asombro, vio que también allí había una mesa llena de comensales y con iguales manjares. En este caso, sin embargo, nadie tenía la cara desencajada; todos los presentes lucían un semblante alegre; respiraban salud y bienestar por los cuatro costados. Y es que, allí, en el cielo, cada cual se preocupaba de alimentar con los largos palillos al que tenía enfrente.
Leyenda china
Todos los humanos compartimos el mismo anhelo: ser felices ¿Y si el secreto de la felicidad fuera así de sencillo? ¿Para qué tantas cosas acumuladas, ropa de marca, coches de lujo, dinero y más dinero, viajes? ¿Para qué darle tantas vueltas, si ya lo dijo Jesús: Ama a los demás como a ti mismo? Tanto tiempo buscando cómo ser felices. Tantas neuronas invertidas. Y el secreto ¿era tan solo el Amor? Entonces ¿Por qué dedicamos el tiempo a otra cosa que no sea esto? La conclusión está clara: Nuestra felicidad es DAR.
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