El borracho y la farola



Un borracho daba vueltas una noche alrededor de una farola. Miraba al suelo muy preocupado observando tambaleante cada centímetro de la acera, y seguía mirando y girando a la luz del poste eléctrico.

Pasó por allí un conocido de aquel hombre y al verle en ese estado y buscando con tanto ahínco, decidió ayudarle y se puso a dar vueltas alrededor de la farola mientras buscaba algo que le llamara la atención sin saber en concreto que es lo que buscaba.

Aburrido de no encontrar nada, al cabo de diez minutos decidió preguntarle a su amigo el borracho cual era el objeto de su obcecada búsqueda, a lo que el beodo individuo le contestó que buscaba las llaves de su casa.

– ¿Estás seguro de que las has perdido aquí?– le preguntó.
– No– respondió el borracho- Las perdí dos calles más arriba.
– Entonces ¿Por qué buscas aquí y no dos calles más arriba?– insistió el amigo perplejo.
Y el borracho contestó:
–Porque aquí hay más luz.


Autor desconocido



Hay mucha luz ahí fuera ¿verdad? Restaurantes lujosos, joyas, glamour, Instagram, elegancia, peliculas, series, tele, cine, alcohol, comprar, comprar, consumir, hacer, viajar, moverse de un lado a otro... Cuánto brillo. Es ahí fuera donde buscamos nuestra llave, esa que perdimos no se sabe cuándo. Así podemos pasarnos la vida, buscando alrededor de cualquier farola con luz. Y vivimos narcotizados, atontados con tanta distracción, con tanta luz artificial. Nos atrae todo lo de fuera y, cuando nos quedamos solos, no somos capaces de estar un rato sin echar mano del móvil o del mando de la tele. Es cierto, no somos del todo felices. Ahí falta algo, pero damos por hecho que así es la vida. Y seguimos consumiendo, moviéndonos, narcotizándonos.

Sin embargo, una vez metidos en ella, no es fácil salirse de la rueda. Te miran mal. No tienes los mismos temas de conversación. Eres un bicho raro. Además, si paras, tienes la sensación de estar perdiendo el tiempo. Hace muchos años estuve de baja por una operación sin importancia. Eso me permitió tener ¡ni más ni menos que 15 días para mí! Pues bien: me sentí tremendamente incómoda, fuera de lugar. No sabía qué hacer. No se me ocurría nada. Me había acostumbrado tanto a estudiar, trabajar, hacer, que, cuando dispuse de todo ese tiempo de repente, ¡¡no se me ocurría nada!! Me parece triste. No estaba acostumbrada a estar sola, yo sola, paseando por las calles de Madrid.

¿Por qué la soledad sin distracción nos hace sentir mal? Unos contestarían: porque somos seres sociales. Efectivamente, somos seres sociales y es una maravilla tener amigos, gente con la que charlar y compartir. Pero ¿es necesario estar siempre acompañados o distraídos con algo? ¿es necesario llenar nuestros días con más actividades de las que podemos asumir, e ir, por eso, corriendo de un lado a otro con la lengua fuera? Creo que deberíamos ser más capaces de estar con nosotros mismos sin tener que evadirnos. Creo que es importante dejar de mirar el móvil y empezar a mirar dentro de nosotros, al menos un ratito cada día. Dejar de buscar debajo de la farola, por mucha luz que desprenda, y empezar a buscar la llave donde realmente la perdimos.

 

Comentarios

  1. Qué sabia reflexion!!
    Pero...como vamos a saber cuál es nuestra llave?
    Tú la has encontrado?

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  2. Claro que la he encontrado. Está dentro de mí.

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