Quiero acabar este año tan distinto y empezar el nuevo año 2021 con esta antigua plegaria hebrea:
Que tus despertares te despierten. Y que al despertarte, el día que comienza te entusiasme. Y que jamás se transformen en rutinarios los rayos del sol que se filtran por tu ventana en cada nuevo amanecer.
Y que tengas la lucidez de concentrarte y de rescatar lo más positivo de cada persona que se cruza en tu camino.
Y que no te olvides de saborear la comida, detenidamente, aunque solo sea pan y agua.
Y de encontrar algún momento en el día, aunque sea corto y breve, para elevar tu mirada hacia lo alto y agradecer por el milagro de la salud, ese misterio y fantástico equilibrio interno.
Y que logres expresar el amor que sientes por tus seres queridos.
Y que tus abrazos, abracen. Y que tus besos, besen.
Y que los atardeceres no dejen de sorprenderte, y que nunca dejes de maravillarte.
Y que llegues cansada/o y satisfecho/a al anochecer por la tarea realizada durante el día. Y que tu sueño sea calmo, reparador y sin sobresaltos.
Y que no confundas tu trabajo con la vida, ni tampoco el valor de las cosas con su precio.
Y que no te creas más que nadie porque solo los ignorantes desconocen que no somos más que polvo y ceniza.
Y que no te olvides, ni por un instante, que cada segundo de la vida es un regalo, un obsequio, y que si fuéramos realmente valientes, bailaríamos y cantaríamos de alegría al tomar conciencia de ello. Como un pequeñísimo homenaje al misterio de la vida que nos abraza y nos bendice.
Una antigua plegaria hebrea que me manda papá para despedir este año, en el que, si te fijas bien, también han florecido los tulipanes. Sí, fíjate bien en todo lo que ha pasado. La clave está en dónde pones tu atención porque todo, todo tiene sus dos caras. Una cara oscura y tenebrosa en la que parece que la alegría se ha escondido no se sabe detrás de qué roca; y una cara luminosa y resplandeciente, en la que la alegría desprende su aroma como pan recién hecho.
Gírate y mira atrás hacia este año que termina y observa tantas cosas buenas. No solo los tulipanes han florecido. También tus mejillas algunos días, cuando tu hijo o tu hija te daba un beso. Tu alma florecía cuando, agradecido, te asomabas a la ventana con un aplauso entre tus dedos. Tu esperanza ha florecido al ir acercándose el verano, y la playa se sentía ya en la piel. Además, en cada rincón de tu casa, si te fijas, ha venido a vivir un duende que te dice palabras de ánimo. Mas si vas todo el día ciego, con tu atención en unas ideas que no son tuyas siquiera, pasarás de largo ante tanta maravilla y no verás nada.
Es verdad, todavía hay temores que siguen sentados en tu sofá. Y tampoco puedes abrazar aun a algunas personas tan queridas. Es verdad, este año hemos vivido tanto y ha sido tan extraño. Es verdad que tienes motivos para sentir eso que sientes...
Por eso, te propongo ahora, en este año que huele a nuevo y al que acabas de quitar el papel de regalo, que tus abrazos abracen y tus besos besen y que, cada día, mires dentro de ti para fortalecerte, y que luego alces tu vista al cielo para dar las gracias por todos los tulipanes que florecen y por los duendes que, aunque todavía no consigas ver, están en cada rincón de tu casa susurrándote palabras de aliento.
Maravillosa plegaria. Y muy adecuada para el año que comienza.
ResponderEliminar¡Un texto precioso, Clementina! Es verdad que tenemos que centrarnos en las cosas positivas que ha tenido este año. Es verdad que ha habido cosas tristes, ¡pero también momentos felices!
ResponderEliminarPreciosa plegaria, la guardo para poder leerla más veces, gracias por compartirla.
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