¡Si fuera tan simple! ¡Si por un lado existieran hombres oscuros que traman malignamente obras oscuras y bastase con distinguirlos de los demás y destruirlos! Pero la línea que separa el bien del mal atraviesa el corazón de cada uno. ¿Quién destruiría un trozo del propio corazón? En el transcurso de la vida de un corazón aquella línea se desplaza... El mismo hombre se convierte, a diferente edad, en diferentes situaciones, en otra persona completamente diferente. Nos paramos estupefactos frente a la fosa en la que estábamos allí, allí, para empujar a nuestros adversarios: es por puro azar que los verdugos no seamos nosotros, sino ellos.
Alexander Solzhenitsyn
Efectivamente, no es tan simple ya que, no sé si os habeis dado cuenta, en nuestro propio corazón se encuentran todos los personajes de los cuentos. Por una parte, tenemos a la princesita, un ser dócil, amable y bondadoso, pero también débil pues necesita a su príncipe azul. Por otra parte, tenemos dentro una bruja espantosa, con verruga, o si preferís, un monstruo de tres cabezas, que solo pretende destruir y odiar. Tenemos también a la hermana mayor de la princesa, serena y sensata, la voz de la razón. Y al bufón egoísta.Y también al príncipe valiente que va en busca de tesoros escondidos. Y tenemos al sabio de la montaña con su larga barba y su experiencia de siglos. Todos ellos están en nosotros y depende del azar ¿o de nuestra intención? el que uno u otro sea el protagonista.
Por todo lo dicho, creo que no debemos considerarnos mejores que nadie ni podemos juzgar a nadie ya que no sabemos qué razones han alimentado a su monstruo. Asimismo, tampoco debemos considerarnos peores que otros, aunque hayamos sacado lo más horrible de nosotros en alguna ocasión (o en muchas). El perdón se entrelaza en esta idea: perdón a los demás y perdón a uno mismo.
Que uno de los propósitos del próximo mes de septiembre sea dejar de juzgar a los demás, perdonar... y perdonarte.
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