¿Qué prisa tienes?

Un relato zen cuenta que un devoto del templo era muy conocido por su celo y esfuerzo. Meditaba día y noche, sin detenerse siquiera para comer ni dormir. A medida que pasaba el tiempo, fue adelgazando y agotando más. El superior del templo le aconsejó que fuese más lentamente y que se cuidase más a sí mismo. Pero el devoto no hizo caso.

- ¿Por qué corres tanto, qué prisa tienes?- Preguntó el superior.
- Busco el conocimiento- respondió el devoto - No puedo perder el tiempo.
- ¿Y cómo sabes - preguntó el superior - que el conocimiento va por delante de ti, de modo que tengas que correr muy deprisa detrás de él? Quizás va detrás de ti y todo lo que necesitas para encontrarlo es quedarte quieto. Sin embargo, te estás alejando. 

Del libro "365 ideas para cambiar tu vida" escrito por Francesc Miralles.


                                                                   Foto de Kat Jayne

Esta entrada va dedicada a las personas a las que les falta tiempo, a las que van de un lado al otro con la lengua fuera, a las que se apuntan a todo, a las que no paran de hacer planes, o de leer libros, o de asistir a cursos, o de ver vídeos de YouTube, o de escuchar podcasts, o de quedar con gente o de... El caso es no parar. ¿Por qué no paramos? Porque, como el monje del relato, no podemos perder el tiempo. Se nos acaba la vida y ¡¡¡tenemos que hacer muchas cosas!!! Y conseguir muchas cosas. Tengo que andar rápido siempre. No puedo pararme a charlar despreocupadamente. Y, sobre todo, no puedo parar a reflexionar sobre lo que vivo, lo que siento, lo que me pasa cada día. Porque parar, para nosotros, es sinónimo de perder el tiempo. No nos damos cuenta de que, de esa forma, entramos en una persecución frenética de "algo" que se aleja cada vez más.

Una sabia amiga no deja de repetirme que lo más importante para crecer en esta vida es aplicar siempre la secuencia acción- reflexión. Mi padre, que también es sabio, me dijo un día: los tres pilares para aprender y crecer son: la lectura, el diálogo y la reflexión. Nosotros, los frenéticos, mucho libro y mucho diálogo pero ¡nos estamos perdiendo la reflexión! Mas sin reflexión no hay profundidad; sin profundidad no hay crecimiento interior, solo crecimiento exterior. Y si no hay crecimiento interior nos quedamos estancados, como medusas flotando en el mar, a merced de las mareas.

Reconozco que me cuesta parar porque eso de reflexionar es como un lujo, o algo residual, algo que uno se permite cuando ya no tiene nada más que hacer. Y siempre hay alguna tarea pendiente, una lavadora que tender, una novela que acabar, un cajón que ordenar. Siempre hay algo, y mi reflexión y yo quedamos para el final. Además, reflexionar es un poco aburrido. Y se necesita un buen rato. Quizás también papel y boli. Y silencio. Y confiar en uno mismo. Además, mi mente sigue repitiéndome: "¡¡No pierdas el tiempo!!"

Mientras sigamos corriendo detrás de algo, no podremos disfrutar de lo que está ya con nosotros. Quizás nos estamos alejando de aquello que perseguimos. Quizás lo mejor es, de vez en cuando, quedarnos quietos y decirnos "En este momento todo está bien. No tengo nada que conseguir. Ningún sitio a donde ir. Solo ser" Es la actitud mindfulness del No Esfuerzo, que explica Jon Kabat -Zinn en este vídeo:

Actitud del No Esfuerzo

Escúchate. Quizás eso que buscas, ya está contigo.

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