Lo que sientes está bien

Cuando me siento angustiado, contrariado, inquieto, no debo pasar a otra cosa para liberarme o aliviarme. Por el contrario, si dispongo de tiempo, debo observar lo que sucede en mí. ¿Qué emoción es esa que me habita? ¿Hacia dónde me empuja? Parece muy sencillo, pero evidentemente no lo es. Al igual que sucede con los pensamientos, las emociones se imponen a nosotros, es decir, no se presentan como fenómenos subjetivos, son como una evidencia y realidad indiscutible. No debo intentar modificar lo que siento, ni tratar de consolarme o serenarme. Solo debo estar presente. Respirar bien, no querer otra cosa que pegarme a la respiración, observando lo que sucede en mí.

Christophe André. Meditar día a día.

                                                             Foto de Elena Buzmakova

Lo que sientes está bien. ¿Por qué nos habéis enseñado, queridos maestros, que no se puede llorar, sino a solas? ¿Por qué os sentís tan incómodos?¿Por qué es obligatorio estar alegre en una fiesta o triste en un funeral? ¿Por qué nos obligáis a contener nuestro enfado o a sacudir nuestra pena, como si no fueran adecuados? No sé por qué, la verdad. ¿Por qué nos habéis dicho que hay emociones "buenas" y emociones "malas"? ¿De verdad lo creéis? Y creer eso ¿adónde nos lleva? A mí, únicamente me lleva a pensar que no soy adecuada, que no soy suficiente o que soy rara o fría o loca porque no siento "lo que se debe sentir". Y a ponerme la máscara para haceros creer que siempre estoy alegre.

Ayer escuchaba un maravilloso podcast de Kristina Mänd-Lakhiani, en el que decía que, cuando nos sorprendamos pensando "no debería sentir esto", indaguemos un poco porque ahí hay una creencia, una idea que nos está limitando y que nos impide querernos a nosotros mismos tal y como somos. Querer, no a nuestro Yo futuro, sino al Yo que existe hoy. Intentar quererme a mí misma aunque, a veces me sienta triste, o furiosa o tenga miedo. Intentar quererme aunque cometa errores, aunque a veces sea arisca, o me enfade. Quererme como quiero a mis hijas, incondicionalmente. Ya sé hacerlo. Lo único que necesito es ampliar ese amor un poco más.

Aceptar nuestra tristeza, darle espacio dentro de nosotros, respirar en ella, es sano. Aceptar nuestra ira, darle espacio dentro de nosotros, respirar en ella, es sano. Aceptar que tenemos miedo. Eso significa aceptar que no somos máquinas. Si realmente damos un espacio a cada emoción que venga, llegará un momento en que esa emoción se disuelva, como un algodón de azúcar en nuestra boca. Parece una contradicción, pero ocurre. Se trata de dar la bienvenida a nuestras emociones, como si fueran huéspedes que están de paso. Cuando las dejamos fuera de casa y ni siquiera les ofrecemos una limonada, se estancan, se hacen más grandes y fuertes y se enquistan en nuestro cuerpo, provocándonos enfermedades. 

Aceptar mis emociones no es lo mismo que actuar desproporcionadamente. Aceptar es respirar mi emoción, observarla dentro de mí y entender qué mensaje me trae. Actuar desproporcionadamente es dar un grito en plena oficina porque no me han subido el sueldo. Intentemos separar emoción de acción. Así como no hay emociones incorrectas, sí hay actuaciones incorrectas. Es ese espacio entre emoción y acción el que debemos conquistar para ser verdaderamente libres.  

Ahora que soy yo mi propia maestra me permito, por fin, sentir y ¿sabéis? Esto que hoy siento,  y que vosotros sentís, sea cómodo o no, te llene de energía o no, te guste o no, también pasará.

Os dejo una Ted Talk en la que la Doctora Susan David habla de esto mismo:

Comentarios