Sé que habrá un día en el que tu mano tendré que soltar

 

Castañas, cuentos 
tantas tardes de lluvia 
en el cuarto de juegos.
Puzles, pinturas y risas sin freno.
Todo eso se fue 
como al despertar 
se desvanecen los sueños.
Se envolvió en un chal
y se lo llevó el viento
con las hojas del otoño
amarilleando el tiempo.
Y aquí quedo yo 
deshojando desvelos
 muchas veces llorando
y buscando consuelo
en planes y libros
en gente sin rostro
esperando ese Algo 
que me abrace de nuevo
con las risas de antes
con las tartas de queso
los cuentos infantiles
y castañas en el suelo.
Esperando la purpurina 
de los días de invierno.
No os vayáis niñas mías 
sin decirme te quiero.
Y aunque alejaros debéis
y emprender vuestro vuelo
que en el alma llevéis
 todo mi amor
envuelto en un beso.

Clementina Crol


Foto de Valeria Boltneva: https://www.pexels.com

No puedo con esto. Se me hace un nudo en la garganta cada vez que paso delante de un parque infantil y me doy cuenta de que ya no dedicaré mis horas a sentarme en sus bancos oxidados, mientras vosotras jugáis con la tierra. 

No puedo ver las castañas del otoño desperdigadas por la acera sin que una lágrima recorra mis mejillas, al recordar las tardes enteras que pasamos haciendo montoncitos con ellas y tirándolas por el tobogán.

No puedo ver la estantería repleta de cuentos infantiles que ya no leeremos juntas antes de dormir.

No puedo escribir este texto sin que cascadas de lágrimas me inunden, ni puedo leer este poema sin sentir un pellizco en el alma por el tiempo que se ha fugado y no volverá ya nunca. 

No puedo...

Con la mente sé que es absurdo entristecerse, que lo importante es que estéis sanas y seáis felices, pero no puedo evitarlo. Y por eso me apunto a mil cursos, y quedo a cenar con amigas, y voy a nadar y leo y ocupo mi tiempo de muchas maneras. Lo hago para tapar este agujero que se hace cada vez más grande y que no sé cómo llenar, pues no hay nada ni nadie que pueda hacerlo. 

Es mi locura y la escribo porque quizás también sea la tuya. Se llama síndrome del nido vacío y, a los que no lo sentís, a vosotros los racionales y lógicos, os parecerá una tontería ¡Con la cantidad de problemas reales que hay en el mundo! Y es verdad, pero no sé si sabéis que, igual que el tiempo no se puede atrapar con las manos, y ni siquiera puedes construir un muro de ladrillo para que descanse un rato, igual que no puedes detener a una manada de bisontes, tampoco puedo atajar esta desazón que me llena cada vez que aparece ante mis ojos un detalle de aquel cuadro que pintamos hace años y que ahora se va apagando con el paso de las horas.

Así que hoy Clementina no escribe para reflexionar ni enseñar. Escribe para desahogarse, para que la conozcáis un poco más y para encontrar entre vosotros a alguien que sienta este abismo, y poder hablar de ello y llorar e imaginar otras formas de transitar esta vida sin que el paso del tiempo nos desgarre el alma. Quizás la única solución sea aprender a vivir con un agujero dentro. Quizás el agujero no haya que taparlo, solo aceptarlo, solo aceptarme. Y escribir, siempre escribir.

Aquí os dejo la canción que ilustra este sentimiento. Aquí también os dejo el texto de una sabia.

Enseñarás a volar,

pero no volarán tu vuelo.

Enseñarás a soñar,

pero no soñarán tu sueño.

Enseñarás a vivir,

pero no vivirán tu vida.

Sin embargo…

en cada vuelo,

en cada vida,

en cada sueño,

perdurará siempre la huella

del camino enseñado.

Madre Teresa de Calcuta

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