Hoy Clementina solo puede escribir de Ayer 22 de julio, día de Nacho, de aquel amigo que murió hace ya 20
años…
Ayer él volvió a morir y
con él se levantó un muro de desvelos y vacíos.
Ayer me vi inmersa en un
tornado de emociones
que dejó mi tierra devastada,
sin fuerzas.
Hubo miradas que
acusaban, abrazos con pinchos
Quizás alguna sonrisa
y besos de ola.
Mucho dolor se
respiraba y cariño envuelto en lágrimas
Tantas lágrimas,
culpa y peso
Magia y dolor juntos,
enlazados
Aquel amigo de hace
años, de risa fácil, de sonrisa sincera.
Aquel amigo se había
ido y se fue otra vez ayer, a vivir entre árboles, o quizás entre el viento.
Estaba allí con
todos nosotros, con su camiseta y corazón abierto
junto a su bicicleta y
aquella paz que su presencia desprendía.
Ayer
volvieron mis
recuerdos, mis amores y desvelos,
como abrir a golpe de
puñal un montón de sangre.
Ayer
descubrí que la
amistad es un diamante que brilla y duele
y sana y mata
Y descubrí también que
temo asomarme a ese dolor
¡No lo quiero!
Porque, no sé, creo
que en ese caso
ni los árboles me
sostendrían.
Para Nacho Zamarriego de Clementina Crol. Perdóname por no haber sido ese diamante que tú siempre fuiste.
Ayer su padre dijo entre lágrimas una frase que me llegó al alma: "Cuantas personas creen que han conquistado el mundo y, sin embargo, nadie las recuerda tras 20 de su muerte. Nacho no consquistó el mundo pero sigue reuniéndonos a todos aquí después de tanto tiempo". Pues sí, le recordamos tantos, le recordamos tanto...
Concluyo con el maravilloso poema que leyó ayer mi amigo Miguel para Nacho.
Concluyo con el maravilloso poema que leyó ayer mi amigo Miguel para Nacho.
PAREN TODOS LOS RELOJES
Paren todos los relojes,
descuelguen el teléfono,
Eviten que el perro ladre dándole un hueso sabroso,
Silencien los pianos y con un sordo timbal,
saquen el ataúd, permitan a los dolientes venir.
Que los aviones con sus gemidos nos sobrevuelen
garabateando en el cielo el mensaje Él se ha muerto,
Pongan un crespón alrededor de los cuellos blancos de las palomas
Permitan a los policías de tráfico usar guantes negros de algodón.
Él era mi norte, mi sur, mi este y mi oeste,
mi semana de trabajo y mi descanso dominical,
mi mediodía, mi medianoche, mi palabra, mi canción;
Creí que el amor sería eterno, pero me equivoqué.
Ya no deseo las estrellas: apáguenlas todas;
Empaqueten la luna y desmantelen el sol;
Vacíen el mar y barran los bosques.
Pues nada ahora podrá ser como antes.
Eviten que el perro ladre dándole un hueso sabroso,
Silencien los pianos y con un sordo timbal,
saquen el ataúd, permitan a los dolientes venir.
Que los aviones con sus gemidos nos sobrevuelen
garabateando en el cielo el mensaje Él se ha muerto,
Pongan un crespón alrededor de los cuellos blancos de las palomas
Permitan a los policías de tráfico usar guantes negros de algodón.
Él era mi norte, mi sur, mi este y mi oeste,
mi semana de trabajo y mi descanso dominical,
mi mediodía, mi medianoche, mi palabra, mi canción;
Creí que el amor sería eterno, pero me equivoqué.
Ya no deseo las estrellas: apáguenlas todas;
Empaqueten la luna y desmantelen el sol;
Vacíen el mar y barran los bosques.
Pues nada ahora podrá ser como antes.
W. H. Auden
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