Lo que percibo con mis sentidos
no es el mundo real, sino mi representación del mundo. Y esta representación
que hago en mi mente, depende de las creencias que tengo sobre mí misma, sobre
las personas y sobre la vida. La mayoría de esas creencias se incrustaron en mí
cuando era niña. Otras las adopté en situaciones de gran impacto emocional. Las
creencias guían mi mirada y a su vez crean el mundo que veo. Son la causa y la
consecuencia, el principio y el fin. “Lo que crees, lo creas”. Es como el sueño
del que habla Calderón de la Barca y cuyo poema os transcribo al final. Y yo me
digo, si solo existe lo que creo, y lo que creo me lo han metido desde fuera,
como si de una inyección se tratara, hoy que lo sé, puedo moldear lo que me rodea simplemente
cambiando mis creencias, cambiando mi programa mental.
Lo primero que voy a creer es que
puedo: “Si crees que puedes, tienes
razón. Si crees que no puedes, también tienes razón”(Henry Ford). No es tan fácil, diréis, cambiar una creencia por otra. No es como cambiar un mueble por otro. O sí. Quizás sí sea fácil ¿quién sabe? El primer paso es elegir lo que quiero conseguir. Después debo imaginarme una y otra vez pudiendo, todos los días, hasta que mi mente esté convencida de que puedo. En cuanto eso ocurre, actúo. Y como estoy convencida de que puedo, mi corazón, mi mente y mi cuerpo se alían para conseguirlo. Es
decir, escribo el guion de mi película y la llevo a cabo, pero no como una
mera actriz, sino como directora, productora y guionista. Hago lo que quiero
porque yo soy la que decide. Y, por ese motivo, también soy responsable de lo
que me sucede y no puedo echarle la culpa a nadie. Dejo de ser víctima para convertirme en responsable.
Todo lo que me condiciona
está dentro de mi cabeza, todo. Hoy deseo despertar del sueño que he estado
soñando sin saberlo. Hoy deseo actuar en la película que yo y solo yo escribo.
Sueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe,
y en cenizas le convierte
la muerte, ¡desdicha fuerte!
¿Que hay quien intente reinar,
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte?
Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.
Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.
(Soliloquio de Segismundo. La Vida es Sueño. Pedro Calderón de la
Barca)
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