Siempre pensamos que el problema está fuera: la culpa la tiene mi jefe, mi pareja, la situación económica del país... Atribuimos nuestra falta de fe a la mediocridad de los representantes religiosos, el mal funcionamiento de nuestro barrio o ciudad al egoísmo y charlatanería de los políticos; el fracaso de nuestro matrimonio a una tercera persona que se interpuso en nuestro camino... Es increíble la habilidad que tenemos para culpar a nuestro trabajo de nuestra falta de creatividad, a nuestros padres de un rasgo de carácter, a nuestros hijos de nuestra renuncia a toda aspiración personal. A ese dedo que apunta a los demás, la meditación le da la vuelta hasta que nos apunta a nosotros. Ese dedo acusador resulta incómodo, reconozcámoslo. Pero lo cierto es que todo, absolutamente todo, depende en una medida enorme de nosotros.
Pablo D'ors. Biografía del silencio.
Cada vez que nos sorprendamos a nosotros mismos
poniendo verde a un tercero, sea nuestro jefe o cualquier político,
o a la vecina del piso de arriba, reflexionemos un poco. Es cierto que hay cosas que no están dentro de nuestro
círculo de influencia, por ejemplo, un atasco de tráfico, el mal carácter del
compañero de trabajo o si llueve o no. Son cosas que la vida nos pone en el camino y, como no podemos cambiarlas es absurdo enfurecerse,
quejarse. Solo conseguimos envenenarnos a nosotros mismos y no resolver nada.
Pero hay cosas que sí están dentro de ese círculo y sobre las que sí podemos
influir. Y debemos ser hábiles para saber distinguir aquéllo que
está dentro de lo que está fuera del círculo. Como dice un proverbio oriental:
"Si tu mal tiene remedio ¿por qué te preocupas? Si no lo tiene ¿por qué te
preocupas?" Así que, dado que yo soy la única responsable de la mayoría de las cosas que me pasan, voy a empezar a poner los ladrillos que yo escoja, para construir lo que yo quiera.
Comentarios
Publicar un comentario