-Llamo técnica Ramón y Cajal a la actitud de investigación. Lo mismo que el científico examinaba las células nerviosas a través de un microscopio, nosotras podemos explorar nuestras emociones.
-¿Identificándolas sin más?
- La actitud Ramón y Cajal te permite acercarte a la emoción y no quedarte enganchada a ella. La examinas, la nombras, la diseccionas, reconoces su origen, la pesas, la observas y permites que siga su curso. Las emociones no permanecen mucho tiempo salvo que las alimentemos.
- Pues el año pasado debí de alimentarlas con comida basura porque se pusieron obesas.
-¡Es estupendo darse cuenta! Porque la primera emoción, el primer golpe no se puede evitar. La emoción nos llega. La clave está en prestarle atención conscientemente. Sacar el microscopio y ponerse a trabajar para que no crezca.
Del libro "Una canción inesperada" escrito por Leire Quintana.
La técnica Ramón y Cajal es un gran método para estas emociones tan incómodas que de vez en cuando se cruzan en nuestro camino. Por ejemplo, la furia. Esa furia que se apodera de ti, lentamente unas veces, de golpe otras. Darse cuenta de que está ahí, que ha vuelto. Ese es el primer paso. Observar al monstruo. Ese es el segundo paso. Y la única manera de dar ese segundo paso es meterse de lleno en la emoción, aceptarla y mirar cómo se manifiesta en tu cuerpo y en tu mente. Es dar un paso atrás y verte a ti mismo desde fuera, pero por dentro. ¿Es eso posible? Pues sí, sí es posible, incluso con la furia. El tercer paso es descubrir qué mensaje nos quiere transmitir, es decir, la razón de su presencia. El cuarto paso es dejar que se vaya, no alimentarla.
Apliqué este método el otro día, en la consulta del médico. Tras una hora de espera, se me coló una persona y, por supuesto, me invadió una furia ciega. Casi ahogada por ella, tuve un momento de inspiración y pensé "Oye, qué buena ocasión para observar esta emoción". Y la resistencia inicial dio paso a la curiosidad. ¡Qué interesante observar la furia dentro de mi cuerpo! Quizás tú la veas de un color determinado y con una textura concreta. Para mí es marrón y arrugada. Y se encuentra entre el pecho y la garganta. También es interesante observar los pensamientos que fabrica la mente en ese estado. En mi caso eran del tipo "¡No pienso volver a este médico! Se cree que puede hacer esperar a la gente una hora". "Las enfermeras podrían haber evitado que se me colara éste. Qué memas". "Menuda pérdida de tiempo". Bla, bla, bla. En estas situaciones, la fábrica de pensamientos trabaja sin descanso. Y tanto observé mi rabia, que se fue diluyendo hasta convertirse en nada. Y lo más importante de todo: no me culpé por sentirla.
Este método, además de hacer que te conozcas mejor y te trates con mayor delicadeza, añade diversión a tu vida y le quita dramatismo, ya que con él aprovechas las emociones duras, feas, "negativas", para poner en práctica tu espíritu investigador, ese que dejaste enterrado hace mucho tiempo en el patio de tu colegio o en el armario de los juguetes. Y, por si a alguno le surge la duda: aplicar este método NO es mirarse al ombligo. Es simplemente tomar las riendas de tu caballo (=emociones), para evitar que te lleve a un lugar que tú no has escogido.
Por cierto, el libro de Leire Quintana es precioso.
Qué gran consejo Clementina!!
ResponderEliminarDespués de leerte he sentido muchísima culpabilidad por la furia que he sentido esta mañana por levantarme más cansado de lo habitual y pensando que tenía una reunión a primera hora que me sacaba de mi confort diario.
A partir de ahora voy a hacer todo lo posible por observar esa furia desde que empieza, que es sin duda la mejor manera para reflexionar sobre su origen, darme cuenta que no tiene relevancia y así evitar que otras personas tengan que soportar esa furia injustamente.
Muchas gracias!!!