Nos rodea, está por todas partes, fuera y dentro de nosotros, nos dormimos, despertamos y sigue ahí. Se queda en la almohada y en nuestra piel. A veces lo sentimos. Otras lo ignoramos. No tiene forma, ni color, ni aroma. No tiene ojos ni pesa. Por eso, algunos hasta creen que no existe. Le podemos poner un nombre, varios o ninguno.
Están dos peces nadando uno junto al otro cuando se topan con un pez más viejo nadando en sentido contrario, quien los saluda y dice “Buen día muchachos ¿Cómo está el agua?” Los dos peces siguen nadando hasta que después de un tiempo uno voltea hacia el otro y pregunta “¿Qué demonios es el agua?”
David Foster Wallace – "This is Water" Discurso de la ceremonia de graduación del Kenyon College (2005).
¿Qué es eso que tienes alrededor y no percibes salvo cuando estás en silencio o quizás en momentos de inspiración? Algo que das por hecho. O algo con lo que no cuentas, pues estás perdido en las minucias de cada día. ¿Qué es eso más grande que tú, que todos, que nos une y da sentido a nuestra existencia? Eso que aparece como un relámpago en los ojos amorosos de una madre, en una rosa que se despliega, en la melodía de un piano. Eso que te inunda al fundirte en una puesta de sol. Eso que respiras en las tardes de otoño, mientras paseas por tu camino de tierra. Quizás no sea nada. Yo creo que lo es todo. No quiero darle un nombre, pues eso sería como contenerlo en un recipiente de cristal. Y eso de lo que hablo no puede contenerse, más sí respirarse.
Foto de Egor Kamelev en Pexels
Nos rodea y es tan cercano que no podemos verlo. Y nos pasamos la vida buscándolo. A veces encontramos sucedáneos, que son como migajas, y nunca es suficiente. Por eso, seguimos buscando, corriendo, suplicando, llenando cuerpo y mente de rastrojos. Somos como esos peces pequeños, tan metidos en su mundo que no ven más allá. De vez en cuando un atisbo de luz se cuela entre los corales y surge el color, los múltiples colores que antes no estaban. Todo lo que parecía tan importante queda atrás y te llenas de ese algo sin nombre, que está en ti y en todas partes. Ese día, mientras te miras al espejo, ves la luz en tus ojos, la chispa que fuiste, eres y serás.
Intuyo que existe, que está aquí a mi lado. Es lo que hace que los pájaros recorran felices el cielo esta mañana de primavera. Ellos también lo intuyen y por eso, abandonan expectativas y miedos y simplemente vuelan. Cuando respiro hondo, yo también lo noto, percibo ese algo sin nombre que se cuela entre mis grietas. Y entonces suelto los lastres que desde hace años me constriñen.
Nos rodea y con un hilo invisible nos une a ti y a mí. Eso sin nombre es lo que hace que una mañana cualquiera yo me siente a escribirte a ti para que juntos, por fin, consigamos confiar en la Vida y simplemente... volemos.
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