Amistad, palabra inmensa

Se pueden destacar por lo menos tres clases de amistad:

Amistad por utilidad

Aquellos que se aman de ésta manera no se aman recíprocamente, es decir, en sí mismos. La amistad solo se mantiene por el provecho de algún bien o utilidad. 
 
En esta parte la amistad sólo se enfoca en el interés sin tener en cuenta con quien se es amigo. Por esta misma razón, la amistad por utilidad es de poca duración y fácil de romper porque dura hasta que dura el interés. También puede deshacerse ésta amistad cuando al amigo que está interesado le interesa otra cosa.

Los hombres que prefieren este tipo de amistad son los viejos, pues ya no quieren un amigo si no les da provecho o utilidad alguna. 

Amistad por placer

Es un tanto parecida a la anterior, pues el interés se dirige a lo placentero que es estar con dicha persona. Por ejemplo, puede estar con una persona porque le gusta su conversación o su compañía.

Similarmente a la amistad por utilidad, el placer no está enfocado en el amigo sino en el placer en sí mismo. Así como los placeres pasan, éste tipo de amistad igual pasa. 

Los hombres que tienden a tener este tipo de amistad son los jóvenes porque viven conforme con sus afectos, y siempre quieren experimentar placeres nuevos. 

Amistad recíproca o perfecta

Cuando la amistad entre dos amigos es mutua, entonces estamos hablando de una amistad recíproca. Esta amistad surge por los sentimientos correspondidos entre los dos hombres (o mujeres, o mujeres y hombres) donde no hay ninguna clase de interés ni utilidad. 

Este es el tipo de amistad que más perdura en el tiempo porque dichos hombres se desean el bien los unos a los otros. 

Los hombres tendentes a este tipo de amistad son los hombres buenos y virtuosos. Son los hombres que se asemejan en bondades y cualidades.

Por supuesto que la mejor de las amistades es la recíproca porque es la más duradera y la que pertenece a los hombres buenos y virtuosos. Por lo demás, ésta es una amistad de muy rara frecuencia, ya que necesita de tiempo para realizarse.
 
Aristóteles - Ética a Nicómaco (Libro VIII: Sobre la amistad). Del blog filosofiapuntes.blosgspot.com


                                                                                       Foto de Helena Lopes en Pexels

Amistad, palabra inmensa y olvidada en nuestra vida de prisas y virus, de encierro y pantallas. Amistad como un espejismo, ahora que estamos encerrados en nuestras cajas de cristal para que nadie nos contagie. Como fantasía, ahora que hemos perdido las cenas y las comidas en grupo, las meriendas y las copas de vino en terrazas desde las que contemplar la sierra, las casas rurales en las que compartíamos trocitos de bizcocho y carcajadas. Ahora amistad es sinónimo de zoom un sábado por la tarde y poco más. Quizás un wasup de vez en cuando. Sí. Hemos tomado la amistad con nuestras manos y la hemos guardado en el último cajón del armario, aquel donde se guardan los tornillos, las pesetas y las postales. 

Sin embargo, si algo he aprendido en este año de encierro, es lo necesario que es tener un amigo de los del último tipo, los de la amistad recíproca. Que no te quiere por lo interesante que eres, o por lo útil que le resultas. Simplemente te quiere, así sin más, sin motivos concretos o con todos los motivos del mundo. Hoy más que nunca es necesario, porque ya no vivimos en pueblos en los que salir a la calle significaba una hora de conversación. Es necesario para alargar nuestra vida, para aumentar nuestra felicidad, para sentir que pertenecemos a algo más grande que nosotros, para que nuestra alma no se quede todo el rato encerrada en el cuerpo y pueda compartir alma y momentos con otra. 

Los adolescentes lo saben bien. Pero nosotros, los adultos, no sé por qué, hemos olvidado su importancia y por eso ponemos cualquier cosa por delante, como por ejemplo, el trabajo, Instagram, o nuestro sofá. Todo con tal de no hacer esa llamada. Y así va pasando el tiempo. Y ese amigo que llenaba tus horas, se va alejando... y el hilo que os unía se va haciendo más fino, hasta romperse. 

Amistad. ¡¡Saquémosla ya del cajón!! Basta una simple llamada de teléfono. Media hora de compartir. O un paseo por las calles. Basta con escuchar tu voz y sentir que te interesas un poco por mí cualquier miércoles por la tarde. Basta con notar ese hilo mágico que un día nos unió, hace ya tanto tiempo, y que sigue ahí. Para que, cuando por fin salgamos del encierro, volvamos a nuestras casas rurales con más ganas que nunca de compartir ese aroma a pueblo y nuestra amistad recíproca.


 

Comentarios

  1. Qué suerte tengo de tenerte como AMIGA!!

    ResponderEliminar
  2. Qué suerte tengo yo también de tenerte como amigo!!
    Entre todos los que leéis a Clementina, reconozco varios amigos de los del tercer tipo. Deseo que nuestro hilo mágico siga ahí uniéndonos, fuerte. Clementinacrol

    ResponderEliminar

Publicar un comentario