Mi abuela tenía una teoría muy
interesante. Decía que si bien todos nacemos con una caja de cerillas en
nuestro interior, no las podemos encender solos, necesitamos oxígeno y la ayuda
de una vela. Sólo que en este caso, el oxígeno tiene que provenir, por ejemplo,
del aliento de la persona amada; la vela puede ser cualquier tipo de alimento,
música, caricia, palabra o sonido que haga disparar el detonador y así encender
una de las cerillas. Por un momento nos sentiremos deslumbrados por una intensa
emoción. Se producirá en nuestro interior un agradable calor que irá
desapareciendo poco a poco conforme pase el tiempo, hasta que venga una nueva
explosión que haga reavivarlo.
Cada persona tiene que
descubrir cuáles son sus detonadores para poder vivir, pues la combustión que
se produce al encenderse una de ellas es lo que nutre de energía el alma. En
otras palabras, esta combustión es su alimento. Si uno no descubre a tiempo
cuáles son sus propios detonadores, la caja de cerillas se humedece y ya nunca
podremos encender un solo fósforo.
- Si eso llega a pasar, el alma huye de nuestro cuerpo, camina errante por
las tinieblas más profundas tratando vanamente de encontrar alimento por sí
misma, ignorante de que sólo el cuerpo que ha dejado inerme, lleno de frío, es
el único que podría dárselo. -¡Qué ciertas eran estas palabras! Si alguien lo
sabía era ella.
Desgraciadamente, tenía que
reconocer que sus cerillas estaban llenas de moho y humedad. Nadie podría
volver a encender una sola. Lo más lamentable era que ella sí conocía cuáles
eran sus detonadores, pero cada vez que había logrado encender un fósforo de
los habían apagado inexorablemente. John, como leyéndole el pensamiento,
comentó:
-Por eso hay que permanecer
alejados de personas que tengan un aliento gélido. Su sola presencia podría apagar
el fuego más intenso, con los resultados que ya conocemos. Mientras más
distancia tomemos de estas personas, será más fácil protegernos de su soplo.-
Extracto del libro "Como agua para chocolate" de Laura Esquivel
Extracto del libro "Como agua para chocolate" de Laura Esquivel
Querida Clementina, que afortunado soy de que seas mi duende. Cada día consigues iluminar y dar sentido a mi vida. Muchas gracias por hacerme tan feliz!!!
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