El final de una larga escalada


La agonía del campeón por llegar a la meta es la misma a la que está condenado el ciudadano por tener que volver a casa siempre cargado de paquetes y no detenerse nunca hasta llenar de basura todo el planeta. Frente a esta voracidad incontenible, está la visión de aquel monje ciego del monasterio Nido del Tigre colgado de un acantilado en el reino de Bután, que un día me dijo:

 "Deberás saber que la Tierra es una bella madre que gira alrededor del sol solo para que en tu honor florezcan los almendros en invierno, maduren las cerezas en primavera, puedas oler los aromas de los frutos del verano y se llene tu vida de todos los colores de los árboles en otoño. Deberás saber que ni tiempo ni el espacio existen. La bella madre Tierra rota sobre sí misma cada día para que en tu honor se produzcan amaneceres y hermosas puestas de sol y puedas llenar de sueños la oscuridad de las noches."

En el filo de un acantilado del Himalaya, los ojos del monje ciego veían el fondo del universo. Solo los elegidos serán capaces este año 2020 de seguir su enseñanza. Celebrar cada amanecer, convertirse en un degustador de crepúsculos con un licor apropiado en la mano es todo un récord olímpico que solo se consigue en la cima al final de una larga escalada.

Extracto del artículo Escalada, publicado por el País el 5 de enero de 2020 y escrito por Manuel Vicent.


¿Quién de vosotros, cuando tiene un rato en su apresurada vida, se sienta y contempla esa flor que acaba de salir en la maceta de la terraza o ese pajarillo que se asoma curioso a la ventana de su oficina? ¿Quién de vosotros valora más una puesta de sol que un capítulo de su serie de Netflix? ¿Quién de vosotros es un degustador de crepúsculos?

Me parece que eso de valorar lo que la Tierra nos ofrece lo dejamos para los monjes, para los raros, para los que no tienen nada que hacer. Nosotros estamos demasiado ocupados haciendo cosas demasiado importantes ¿Verdad? Para nosotros, los ocupados, es más interesante todo lo que aparece en la pantalla, que la persona que tenemos delante, y mucho más interesante que el paisaje que la Tierra pinta para nosotros. Y cuando tenemos un rato, solo se nos ocurre ir a la tienda a comprar otra camisa de moda, otro marco de fotos, otro mueble para el salón. Tiendas y más tiendas, restaurantes, museos. Todo vale, con tal de no observar las furiosas olas que rompen contra una roca, con tal de no observar las olas que tenemos dentro de nosotros mismos.

Este año comienza mi escalada con un caminar más lento, para degustar lo que el camino me depara. Esa lentitud 
me permitirá asombrarme ante las rojizas hojas de los árboles, 
y también darme cuenta de la ira que me embarga cuando alguien me lleva la contraria. 
Me permitirá contemplar sin prisas la flor que crece entre baldosas, 
y también advertir mi miedo ante abismos imaginarios. 
Me permitirá saborear el aire fresco de la mañana  
y también leer mi pensamiento como si de una novela se tratase, con sonrisa, sin creérmelo. 
Me permitirá observar el rayo de sol que se despliega en tu mirada 
y también estudiar las heridas que se bordaron en mi alma. 
Me permitirá disfrutar de las nubes que a veces arrojan lluvia y otras veces sueños
y también maravillarme ante el aroma de un beso. 
¡Me permitirá tantas cosas que las prisas me niegan!

Todavía estoy muy abajo en la montaña, pero sé que, si sigo avanzando así, pausadamente, al final de mi escalada conseguiré ver, como aquel monje ciego, el fondo del universo. 

Comentarios

  1. Eres poesia Clementina!!
    Aprovecho para robarte uno de tus versos y decirte: Qué suerte tenemos de poder observar todos lo días el rayo de luz que se despliega en tu mirada!!

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