Las mejores semillas

Un empresario agricultor, de poco estudio, participaba todos los años en la principal feria de agricultura de su ciudad. Lo más extraordinario es que él siempre ganaba año tras año el trofeo: maíz del año. Entraba con su maíz en la feria y salía con la faja azul recubriendo su pecho. Su maíz era cada vez mejor.

En una ocasión de esas, un reportero de televisión abordó al agricultor después de la tradicional colocación de la faja de campeón. Él quedó muy intrigado con la revelación del agricultor, de cómo acostumbraba a cultivar su calificado y valioso producto. El reportero descubrió que el agricultor compartía buena parte de las mejores semillas de su plantación de maíz con sus vecinos.

- "¿Cómo puede usted compartir sus mejores semillas con sus vecinos, cuando ellos están compitiendo directamente con usted?"

El agricultor respondió:

- "¿Usted no sabe? ¡Es simple! El viento recoge el polen del maíz maduro y lo lleva de campo en campo. Si mis vecinos cultivaran maíz inferior al mío, la polinización degradaría continuamente la calidad de mi maíz. Si yo quiero cultivar maíz bueno, tengo que ayudarlos a cultivar el mejor maíz, cediendo a ellos las mejores semillas."

Cuento obtenido del blog: loscuentosqueyocuento.blogspot.com.




                                                                   Foto de Artem Beliaikim


Qué equivocados estamos los que competimos ¿no? Siempre queriendo ser los mejores, con el "Yo" o "Para mí" en la boca, o con el "Yo soy mejor que....", mirando a los demás como enemigos a los que hay que vencer. En estos días del coronavirus, sin embargo, nos estamos dando cuenta de que los vencedores no son los que van a lo suyo, los que pisan a otros, los que viven en una solitaria mansión mirándose el ombligo, sino aquellos que ponen sus manos y su corazón al servicio de los demás. Esos son los grandes vencedores.

Como dice Miguel Ruiz en su libro "La Maestría del Amor", hay dos caminos en esta vida: el camino del amor y el camino del miedo. Y son incompatibles. ¿Cómo sabemos qué camino estamos siguiendo? Miguel Ruiz menciona varias pistas, de las cuales voy a destacar las siguientes:


  • En el camino del amor no hay obligaciones. Lo que hacemos es porque elegimos hacerlo, porque deseamos hacerlo. Por eso, todo se convierte en un placer; es como un juego. No me gusta nada la imagen del "santo sufriente", "santo sacrificado". Mis referentes son más bien "santos alegres". En el camino del miedo todo son obligaciones, nos llenamos de "Tengo que...". Y así, frente a una obligación que "tengo que hacer", surge en mí una resistencia y, cuanta más resistencia pongo, más sufro.
  • El amor no tiene expectativas y por eso, cuando de verdad se ama, se acepta al otro tal y como es. No espero que sea mejor. No espero que me haga feliz. No espero que... No pongo condiciones para amar. Amo y ya está. Si os fijáis, el miedo está lleno de expectativas y, por lo tanto, de condiciones. Si ... entonces amo. Si no... entonces no amo. Por supuesto, si no se cumplen estas expectativas, sufro.
  • El amor es totalmente responsable y por eso, las personas que siguen este camino, saben que su vida es el resultado de sus propias acciones, de sus propios pensamientos, de su actitud. No hay culpas que arrojar a nadie. Nadie está obligado a hacerme feliz a mí. Soy yo el único responsable de mi felicidad. El miedo evita la responsabilidad, crea culpables, me hace víctima y por eso, en el camino del miedo pido tanto a los demás, que son los responsables de hacerme feliz. Pido y pido pero no actúo. 
  • En el camino del amor, se da más que se toma pero al mismo tiempo, te amas tanto a ti mismo que no permites que la gente egoísta se aproveche de ti. Por eso, cuando amas, compartes tus mejores semillas con los vecinos, como hace el agricultor del cuento, porque sabes que solo de esa forma, tu maíz va a tener una calidad excelente. 

Si miramos al mundo estos días, está claro quién ha tomado el camino del Amor ¿verdad? Ahora, deja de mirar a los demás y mírate a ti mismo: ¿Cuales son tus mejores semillas? ¿las estás compartiendo con tus vecinos? ¿Cuál de los dos caminos has tomado tú?



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