La única forma de
mantenerse joven mentalmente es no dejar nunca de jugar.
Independientemente de
la edad, debemos vivir como si estuviéramos poniendo a prueba el mundo, es
decir, seguir siendo niños. Cuando observamos a grandes artistas como Matisse,
Picasso o Miró, entendemos que en esencia continuaron haciendo lo mismo que en
su infancia: jugar, divertirse, ponerse nuevos retos. Mantener la ilusión cada
día y no renunciar a los valores de la infancia, es el elixir de la juventud.
También para el cerebro, pues en
cuanto empiezas a pensar como un viejo, ya has perdido la batalla. Por
eso es bueno que los abuelos estén cerca de sus nietos y les vean jugar e
imaginar. Los niños son
nuestros mejores maestros.
Gerard Rosés, pintor.
Foto de Alexander Dummer
Cuando pones a prueba el mundo, no tienes miedo de cometer errores. Solo te atreves, abres mucho los ojos y esperas a ver qué pasa. Quizás el resultado no te gusta, pero no aparece en tu mente la palabra "Error" sino "Mejor hago otra cosa la próxima vez". Cuando pones a prueba el mundo, tu corazón no deja de palpitar, pues nunca sabes qué pasará a continuación. Cuando pones a prueba el mundo, no te importa hacer el ridículo. De hecho, ni siquiera sabes qué significa el ridículo. Solo te importa probar para observar el efecto en ti y en los demás y si el efecto no te gusta, no hay culpa, solo cambio de planes.
Los adultos somos demasiado cautos y planificadores y de tanta cautela y planificación nos quedamos como estatuas, al principio del camino, con nuestra mochila repleta de errores pasados, sin atrevernos a dar siquiera un primer paso. Imaginamos que en ese camino nos asaltarán terribles dragones, que con sus llamas nos dejarán ciegos y cojos. Todo nos da susto. Y entonces ya no hay camino, solo un cómodo escondrijo donde nadie nos hará daño. Y así nos quedamos, años y años, agazapados en nuestra rutina, mientras nuestro corazón va dejando de latir de puro aburrimiento. Y esos dragones imaginarios, sonríen.
No estoy proclamando que actuemos sin mesura, como descerebrados. Simplemente defiendo el equilibrio, como en todo. Me parece estupendo ser sensato pero... sin pasarse. La línea entre el miedo paralizante y la prudencia sana es muy difusa. Tampoco estoy defendiendo que olvidemos la necesaria cautela en estos momentos, en los que hay un virus suelto. Cuando hablo de dragones, no me refiero a los reales sino a esos tan numerosos, los imaginarios.
Ponerse nuevos retos, aunque sean pequeños, llena la vida de burbujas. Que nadie te quite esas ganas y si no las tienes, búscalas en sus brillantes ojos, en los de los niños. Solo los seres-estatua te dirán que es una tontería. Pero nosotros, los que creemos en este elixir, nunca dejaremos de jugar. Ni siquiera un lunes de otoño, en un sombrío edificio y rodeados de señores circunspectos y repeinados que hablan de números, dejaremos de jugar. Es justo en ese momento cuando nuestro corazón empezará a dar palmas, pues no es necesario que haya una fiesta fuera, si todo dentro de mí está impregnado de música.
Todo esto es necesario si queremos vivir jóvenes la vida entera. Vivir con ojos de niño. Yo ya estoy practicando así que, estoy convencida de que moriré dando palmas.
Como decía Pablo Picasso "Lleva mucho tiempo llegar a ser joven".
Esa tiene que ser tu visión: "Atrévete.....2, ¡Salta tu sombra!
ResponderEliminarY yo seguiré dando palmas gracias a ti Clementina!!
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