No sé quién pintó las imágenes de mi vida
impresas en mi memoria. Pero quienquiera que sea, es un artista. No coge su
pincel simplemente para reproducir todo lo que sucede, sino que conserva cosas
o las descarta según le parece. Convierte lo grande en pequeño y lo
pequeño en grande; no tiene reparos en relegar cosas a un segundo plano y
al revés. Para abreviar, su tarea es pintar imágenes, no
escribir historia.
A medida que el flujo de acontecimientos
va conformando el exterior de nuestra vida, en nuestro interior se van
plasmando una serie de imágenes. Las dos partes guardan una estrecha
relación, pero no son idénticas.
No nos tomamos el tiempo para observar con
atención ese lienzo interior. De vez en cuando vislumbramos un fragmento,
pero la mayor parte permanece oscura, oculta a nuestros ojos. ¿Por
qué pinta el artista sin parar, cuándo completará su trabajo y qué galería
está destinada a colgar sus pinturas? ¿Quién lo sabe?
Hace unos años, alguien me preguntó
sobre los acontecimientos de mi pasado y tuve ocasión de explorar esa sala
de pinturas. Había pensado que lo dejaría tras seleccionar unos cuantos
episodios de mi historia. Pero al abrir la puerta, descubrí que los
recuerdos de una vida no son su historia, sino creaciones originales de un
artista invisible. La variedad de colores alrededor no son reflejos del
mundo exterior, sino que pertenecen al pintor mismo y provienen, teñidos
de pasión, de su propio corazón, imposibilitando con ello que lo plasmado
en el lienzo pueda ser usado como evidencia ante la Justicia.
Sin embargo, aunque pueda resultar estéril
el intento de reconstruir una historia precisa y lógica a partir del
almacén de los recuerdos, resulta fascinante revolver entre las imágenes. Su
hechizo se apoderó de mí.
Mientras hacemos camino, parándonos sólo a
descansar en los distintos refugios a la vera de la ruta, no vemos esas
imágenes... las cosas nos parecen simplemente útiles, demasiado inmediatas para
el recuerdo. Cuando el viajero ya no las necesita y ha llegado a su
destino es cuando empiezan a surgir de nuevo. Todas la ciudades, praderas,
ríos y colinas que atravesó en la mañana de su vida desfilan por su mente
cuando se relaja al anochecer.
De esa manera, miré con serenidad hacia
atrás y quedé absorto con lo que vi.
Tagore: poeta y
filósofo indio que se convirtió en el primer asiático en recibir el Premio
Nobel de Literatura en 1913, a
la edad de 52 años.
¿Y si nuestros recuerdos no fueran reales?
¿y si lo que pensamos que ocurrió es una invención de nuestro artista interno?
O quizás sí ocurrió pero el artista los ha aderezado con variados colores.
El pintor entrelaza los acontecimientos de tu vida con tus emociones, hila
imágenes y olores, música y recuerdos, teje un tapiz que solo él puede crear.
Ese artista es como un gran cocinero. Lo que pasó, el hecho concreto, es la
harina, pero en nuestra mente hemos elaborado con esa harina todo un pastel de
melocotón con nata. Melocotón, huevos, nata, azúcar no estaban allí, solo
estaban en la paleta de colores de nuestro artista interno o en la despensa de
nuestro gran cocinero. ¿Os dais cuenta? Todos somos novelistas pues hemos
forjado una historia, la historia de nuestra vida, y la hemos guardado en un
baúl marrón en lo alto del desván. Es bonito pensar que todos somos artistas,
pero todavía mejor es saber que podemos subir al desván y revisar aquellos
recuerdos que pinchan, que nos pueden estar haciendo daño hoy. Simplemente los
sacas del baúl y los coloreas de nuevo. Simplemente tomas la harina en tus
manos y horneas una tarta más a tu gusto, porque quizás el melocotón y la nata
no son precisamente tus ingredientes preferidos. La clave está en hacerla como tú quieras, para que ese recuerdo se redondee y no pinche. Para que ese
recuerdo amplíe tus posibilidades hoy.
Puesto que no sabemos lo que son las cosas en realidad, sino sólo como nos las representamos a nosotros mismos ¿por qué no representárnoslas de manera que aumenten nuestras posibilidades y de otros, en vez de crear limitaciones? La clave para conseguirlo con éxito es la gestión de la memoria.
Tony Robbins. Extraído de un libro que os recomiendo: Poder sin límites.
Por lo anterior, creo que es importante
parar y observar tu galería de obras de arte, de vez en cuando, y ver qué
pintura te está haciendo daño hoy, bien porque te llena de rencor, bien porque
te impide avanzar. Observa, coge un pincel y coloréala de nuevo.
También es importante observar las obras que te llenan de gratitud, por ejemplo, esa pintura hecha con los besos de buenas noches de mamá, o la de las meriendas de pan con Nocilla al llegar del cole y las risas con mi hermano, o aquella obra de arte del mar de Calador visto desde el barco a la luz de una mañana de verano. No olvides observarlas atentamente para sentir todo el amor que ha envuelto tu vida.
Ten en cuenta además, que la tuya no es la
única galería de obras de arte o la única cocina de gran chef. Cuando estés con
una persona, cualquier persona, reconoce que dentro de ella hay una sala de
pinturas increíbles, como la tuya y, aunque solo sea por eso, trátala con
admiración. Con esa idea en mente, será más fácil traspasar la capa de
prejuicios y rencores, desidia o pereza, y vislumbrar un poco de esa luz que
vive en el interior de cada uno.
Y por último, no dejes de maravillarte ante ti mismo.
Como dice San Agustín:
La gente viaja para maravillarse
ante las cumbres de las montañas,
ante las olas enormes de los mares,
ante los grandes cauces de los ríos,
ante la vasta extensión del océano,
ante el movimiento circular de los astros,
y pasan ante ellos mismos sin maravillarse.
Qué reflexión más maravillosa!! Nunca me había parado a pensar que somos pintores, poetas,escultores no sólo de nuestra realidad presente sino tambien de recuerdos pasados pasados, que los podemos volver a colorear y moldear, y que los nos dolían o hacían daño dejen de hacerlo.
ResponderEliminarCuánto nos ayudas Clementina!!