Mente agua, mente viento

Tienes dos mentes. Una es como las aguas profundas y oscuras, misteriosa, sutil, pura, tranquila y no contiene nada salvaje ni ningún pensamiento que te enajene. No se deja distraer por brillos externos o sentimientos interiores como la ira o la frustración. Refleja y, cuando pones algo bajo su superficie, lo absorbe y lo comprende. La otra es como el viento. Está en contacto con las formas exteriores y las figuras, las cosas la arrastran a adquirir cualquier forma que deseen, siempre empujada a buscar principios y finales, y razones, y nunca llega a ninguna conclusión porque está demasiado agitada por las cosas que la rodean, inquieta y sin rumbo. Tú debes vivir en tu mente agua, no en tu mente viento.

Extraído de la novela "El Lenguaje Secreto del Jin-Shei" de Alma Alexander.


Foto de Burak AYDIN: https://www.pexels.com

Deseo vivir en la mente agua, 
en ese profundo lago o río o mar en el que me sumerjo cuando todo está en silencio, calmo, sereno. Y aunque las aspas del molino giren y me rodeen miradas maliciosas, yo estoy en la profundidad sin ruido, eternamente presente. 

Lejos quedan las hojas de otoño que van a un lugar y luego a otro, observando cómo su reseca piel pierde todo su color.

Necesito vivir en la mente agua 
para permanecer en la paciencia, sabiendo que llegará ese momento tan deseado, o que quizás no llegue pero eso no importa, pues lo único que importa es haber sonreído en el camino. 

Lejos queda lo grande y lo pequeño, lo bello y lo feo, ya que ahora todo es brillante, con una luz inmensa de fuego.

Anhelo vivir en la mente agua 
para confiar en la vida, intuyendo que todo lo que ocurre tiene un sentido, no sé cual, pero un sentido que me hará más grande y más clara. 

Lejos queda la tormenta que inunda hasta los rincones más floridos, con su descarado ímpetu. 

Cuando vives en el agua
ningún viento te saca de tu centro y todo es cristalino. Habrá algunos furiosos que quieran desviarte, y otros suavecitos, como una brisa de verano. Ninguno de ellos será importante, mas bien simples espejismos en esta vida, en la que no sabemos si lo que percibimos es real o si estamos inmersos en un gran sueño. 

Para sentir su cobijo aspiro al silencio del mar, cuyas olas se agitan confusas, mientras él permanece sosegado, pues sabe, realmente sabe, que es eterno. 




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