TODOS SOMOS NECESARIOS
Si la nota dijese:
“una nota no hace melodía”
... no habría sinfonía.
Si la palabra dijese:
“una palabra no puede hacer una página”
... no habría libro.
Si la piedra dijese:
“una piedra no puede levantar una pared”
... no habría casa.
Si la gota de agua dijese:
“una gota de agua no puede formar un río”
... no habría océano.
Si el grano de trigo dijese:
“un grano de trigo no puede sembrar un campo”
... no habría cosecha.
Si el hombre dijese:
“un gesto de amor no puede salvar a la humanidad”
... nunca habría justicia ni paz ni dignidad ni felicidad
sobre la tierra de los hombres.
Como la sinfonía necesita de cada nota,
como el libro necesita de cada palabra,
como la casa necesita de cada piedra,
como el océano necesita de cada gota de agua,
como la cosecha necesita de cada grano de trigo...
la humanidad entera necesita de ti,
allí donde estés,
porque eres único, y por tanto, irreemplazable.
Michel Quoist
Foto de Luiz M. Santos en Pexels
De vez en cuando me siento innecesaria. Se trata de una sensación tan devastadora que es como si un puñal fuera lanzado directo a mi corazón, cortándolo en pedacitos y acabando con mi vida, una vida que en esos momentos considero sin sentido. Pues sentirse innecesario es sentir que eres menos que el sofá de tu salón, menos que una lima de uñas, menos que el grifo de tu lavabo. Menos que todo.
Seguramente tú también te hayas sentido innecesario alguna vez, sobre todo cuando tus hijos se van haciendo mayores y observas con horror que tu rol de madre se está quedando vacío; o cuando algún amigo te ha dejado de llamar por una razón que solo él conoce. O cuando te han rechazado. O cuando no te han invitado. O cuando no estás dentro de la animada conversación que otros mantienen. O cuando no te miran a los ojos cuando hablas. En esos momentos te sientes tan solo, inadecuado y tan fuera de la tribu, que eres como una estrella cuya luz se difumina de repente en el oscuro vacío de la nada.
Sin embargo, no estás solo pues formas parte del océano. Y eres tan necesario como el mayor líder, el mayor gurú, el de más carisma. Todos formamos parte de un entramado de relaciones, un campo invisible en el que todos influimos con nuestra energía.
Todos somos necesarios, pero lo hemos olvidado porque ahora vivimos más aislados que nunca, metidos en nuestra pequeña pecera de frías paredes. A veces nuestra única conexión con el mundo es un texto en la diminuta pantalla del móvil. Y lo peor de todo es que, estando rodeados de algodón, nos creemos autosuficientes, lo que es un espejismo, pues no hay nada en la naturaleza autosuficiente, nada, ni siquiera tú. Lo que se separa, muere, igual que las células de nuestro cuerpo mueren fuera de él. Así que el castillo de la autosuficiencia también es un puñal que te corta el corazón en pedacitos, no te engañes.
Por todo ello, creo que debemos recuperar el sentido de interdependencia y saber que todos nos estamos afectando continuamente, que si elevas tu espíritu estás elevando el espíritu de todos, pues la red que nos ha tejido se mueve a tu compás y al de todos. Tú importas, yo importo, y lo que tú hagas, pienses, digas, sientas nos afecta a todos. Por eso, es imprescindible retomar el camino de antaño, en el que salíamos a la calle para charlar con nuestros vecinos y dedicábamos más tiempo a los demás que a las pantallas, a los demás que a nuestro ombligo, más tiempo a sonreír que a encogernos en el sofá.
Este mes de septiembre recuerda que formas parte de nuestra sinfonía, que tú eres, fuera de todo rol y de toda etiqueta, completamente necesario y que de ti depende que esa sinfonía suene cada día más linda.
Qué sabías reflexiones Clementina! La pandemia nos ha oscurecido y tenemos que volver a brillar! Me lo apunto de objetivo para este nuevo curso.
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