Cuando vayan mal las cosas como a veces suelen ir

Cuando vayan mal las cosas
como a veces suelen ir,
cuando ofrezca tu camino
solo cuestas que subir,
cuando tengas poco haber
pero mucho que pagar,
y precises sonreír
aun teniendo que llorar.

Cuando el dolor te agobie
y no puedas ya seguir,
descansar acaso debes
¡pero nunca desistir!

Tras las sombras de la duda
ya plateadas, ya sombrías,
puede bien surgir el triunfo
no el fracaso que temías.

Y no es dable a tu ignorancia
figurarte cuán cercano
pueda estar el bien que anhelas
y que juzgas tan lejano.

Lucha, pues por más que tengas
en la brega que sufrir,
cuando todo esté peor,
más debemos insistir.


Joseph Rudyard Kipling (Bombay, 30 de diciembre de 1865–Londres, 18 de enero de 1936). Escritor y poeta. Autor de El Libro de la Selva y Premio Nobel de Literatura en 1907. 




Foto de Dương Nhân en Pexels


Cuando vayan mal las cosas como a veces suelen ir... no tenemos más remedio que seguir caminando. Al principio será con la cabeza gacha arrastrando los pies, como un viejito de más de cien años, esos pies que pesarán como si tuvieran mil cadenas a ellos atadas. Y, poco a poco, poniéndole intención, se podrán ir levantando más, y llegará un día en el que puedas alzar por fin la cabeza y disfrutar, ¡sí disfrutar! del sol de la mañana. 
Cuando van mal las cosas y todas las flores se han secado de repente, solo te queda creer que un día podrás respirar de nuevo. Agarrarte a esa creencia como si fuera el último vestigio de un naufragio. Algún día tu pesar se escurrirá entre las sombras de la habitación y desaparecerá. Entonces quedará solo el recuerdo envuelto en tela suave de seda, que podrás degustar en momentos únicos, quizás en una roca frente al mar, o en una conversación con amigos. 
Aunque ahora no lo creas, si sigues caminando, llegará el día en el que las esquinas ya no te pincharán, tampoco las fotos. Y ese amor que hoy parece interrumpido y desbordado de dolor, volverá a llenarte de dicha, y tendrás la seguridad de que no se ha ido, sino que te espera en alguna parte de este universo misterioso.
Pero tienes que intentarlo, no dejar caer los brazos. Mueve un pie y luego el otro. Abre las cortinas y tus ojos a este paisaje, que ahora se te antoja sombrío. Cobíjate, si lo necesitas, en esos brazos que desean ayudarte. Cobíjate en ti mismo otras veces. Pero sobre todo, no dejes de creer que el paisaje cambiará. 
Esta entrada está dedicada a todos aquellos que están sufriendo, porque han perdido un enorme pedazo de su corazón.

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