Llora hasta la cumbre de tus lágrimas

Las lágrimas son la mayor oración posible. No te preocupes de analizarlas, no trates de interpretarlas; están más allá de la interpretación y del análisis. Las palabras no serán adecuadas para decir algo sobre las lágrimas, que tienen un origen más profundo que las palabras. Y si las lágrimas están llegando, lo que hace falta no es pensar en ellas sino permitirlas, darles intensidad, darles un tipo de totalidad. Sólo entenderás esas lágrimas cuando no dudes en implicarte con ellas, cuando no estés de alguna manera conteniéndote. Métete totalmente. Deshazte en lágrimas, y cuando lleguen, disfrútalas. Estás rebosante. Cuando piensas en el amor, si no te echas a llorar, es que no estabas pensando en el amor. Cuando piensas en Dios, si no te echas a llorar, tu pensamiento es inútil, impotente. Si estás escuchándome y tu corazón no empieza a desbordarse con lágrimas, entonces es que estás escuchando sólo con la cabeza, y eso no es escuchar. Has estado oyendo, no escuchando. Cuando escuchas, el corazón empieza a bailar. Y el corazón sólo tiene una forma de expresarse: con las lágrimas. Medita sobre estas líneas de un poeta anónimo: Canta hasta que se te quiebre la voz. Advierte lo que está atrapado en el viento que sopla. Ríete hasta que los dolores hagan saltar a la autoridad en explosiones caóticas, y luego en insignificantes resoplidos. Llora hasta la cumbre de tus lágrimas, como la cresta pura de una ola antes de caer y ser engullida por el mar. Ah, pero cuando tu corazón lata con el pulso de las noches llenas de narcisos, ama, porque entonces eres tú.

Extracto del libro: La Sabiduría de las Arenas. Osho.



Huimos de las lágrimas como si de la peste se tratara. Y no sé por qué. Cuando uno llora, se hunde en su corazón, sin importar el resto del mundo. O bien tiene ganas de abrazar fuerte. Uno nunca sabe cómo va a reaccionar cuando llegan las lágrimas. Lo que sí es seguro es que la reacción es auténtica, sin máscara. Cuando llegan las lágrimas, la mente intenta interponerse entre ellas y tú, porque a la mente le han enseñado que no se puede llorar. Ni en público ni en privado. Y si lo haces en privado, debes tener un buen motivo que la mente apruebe. Y que sea poco tiempo. Si no, te acusará de infantil, sensiblón, blando. Por ello, para darte el gusto de llorar, es necesario dejar a la mente chillona a un lado y permitirte hacerlo sin motivo. Simplemente porque te ha emocionado un poema recién descubierto, o porque cierta melodía te trae recuerdos de otras tardes de otoño. Quizás llores pensando en ella o en él. O a lo mejor, son las lágrimas al mirar sus ojos, ya que entiendes que el infinito se esconde tras ellos.

No huyas de las lágrimas porque, como dice el autor, son la mayor oración. Son un inclinarse ante la vida y percibir su majestuosidad. Quizás a ti, que llevas tanto tiempo sin llorar, te resulte difícil. O sencillamente no encuentras el motivo, ya que tu mente te domina como diligente centinela. Pero dime ¿De verdad puedes sentir amor sin llorar de vez en cuando? ¿Tan duro te has vuelto que, al descubrir el rojizo cielo apoyarse sobre el mar, no cruje tu corazón? ¿No hay para ti algunas palabras con sabor a lágrima?

Este texto no es un canto a la tristeza, aunque pudiera parecerlo. Las lágrimas no siempre son oscuras. A veces sí, es cierto, y en ese momento miras al suelo de baldosa y no hay horizonte que te consuele. Pero otras veces, para mí la mayoría, son lágrimas de cielo. Salen cuando mi alma quiere hablar. Lo hacen de repente, a cucharadas. En esos momentos, las lágrimas son poesía y lloro hasta la cumbre de mis lágrimas, como la cresta pura de una ola antes de caer y ser engullida por el mar. En esos momentos, desaparece el disfraz y solo quedo yo, fundida con la lluvia que golpea la ventana.Y entonces, mi alma, conmovida, tiembla.

Comentarios

  1. Cada vez que te leo Clementina, el mundo racional y superficial desaparece, mis ojos brillan y surgen lágrimas de cielo al pensar lo afortunado que he sido por haberte encontrado.
    Necesitamos que continues para que nuestras almas sigan temblando de emoción.

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