A veces no tienes que dar explicaciones

La vida se vuelve más ligera cuando dejas de dar explicaciones innecesarias.
No siempre tienes que explicar tus decisiones.
No siempre tienes que explicar tus preferencias.
No siempre tienes que explicar tu estilo de vida.
Puedes tomar decisiones sin responder interrogatorios.
Puedes hacer lo que prefieras sin justificarte.
Puedes vivir como quieras sin explicar por qué.
Deja de dar explicaciones a quienes no lo merecen.
Atrévete a decir “no, gracias” y punto.
Atrévete a decir “porque es lo que prefiero” sin ahondar más en el tema.
Atrévete a alejarte de la gente que te interroga sólo por juzgar.
Vive ligero.
Vive deliberadamente.
Vive sin dar explicaciones innecesarias.

Pedro Campos en lavidaminimal.com


La Libertad Silueta Mujer - Imagen gratis en Pixabay

                                                   

Lo reconozco: leer este texto me libera. Cuando sus palabras llegan a mí, abro mucho los ojos y digo "¿De verdad no tengo que dar explicaciones? ¿no es obligatorio? ¿no me caerá un rayo en la cabeza?" No sé, es como si viviera en el mundo del "Tengo que quedar bien a toda costa". ¿Para qué? Para caer bien a los demás. ¿Para qué caer bien a los demás? Para no quedarme sola. ¿Me voy a quedar sola si no doy explicaciones y simplemente digo "no, gracias"? ¡Qué tontería! Por supuesto que no. Entonces ¿merece la pena tanta atadura? Nooooo. En absoluto. Y ¿por qué siempre estoy pendiente de dar explicaciones y quedar bien?

Esta es la sociedad en la que vivimos y lo que nos han inculcado desde pequeños. De hecho, parece que antes de decir un "No, gracias" a secas, es preferible inventarse cualquier excusa, mentirijilla, engañifa o patraña. No vaya a ser que hiramos al otro y que quedemos mal. ¡Qué horror!

Esto, que parece una tontería, a algunos nos limita enormemente. Estamos metidos en una caja muy estrecha en la que las paredes se llaman "Qué van a pensar de mí" y "Voy a quedar fatal". Estar metidos en esa caja nos hace perder un buen pedazo de nuestro tiempo en reuniones, saraos, actividades poco apetecibles para nosotros, y, en los casos más graves, dejamos de hacer lo que queremos un día tras otro, olvidando al final qué era aquello que nos gustaba de verdad. Tanto ir de un lado a otro en función de preferencias ajenas, nos ha hecho olvidar nuestra esencia. Es grave ¿no?

Mi intención al escribir esto no es que seamos caprichosos y hedonistas, o que no tengamos en cuenta a los demás. Eso sería desequilibrarse hacia el lado opuesto y el equilibrio es sagrado para Clementina. Lo que quiero transmitir es que hagas lo que hagas, hazlo porque tú quieres, porque tú lo eliges, no porque te lo imponga el mundo. Puedes decidir dar gusto al otro, por supuesto, pero debe ser una elección consciente, que salga de ti. Puedes elegir sacrificarte, por supuesto, pero debe ser porque tú quieras, no porque te hayan inculcado que las buenas personas se sacrifican. Puedes elegir dar explicaciones. Pero también puedes elegir no darlas. Toma las riendas, elige. Ha pasado ya el tiempo de las reverencias, del ir vestido con un uniforme bien planchado, del quedar bien, del qué dirán. Te aseguro que, si te liberas de todo esto, no se te va a caer un brazo, ni un ojo, e incluso, aunque no lo creas, los demás te seguirán queriendo. Pero lo más importante es que, si lo haces, vas a conseguir, por fin, respetarte a ti mismo y ser fiel al niño, a la niña que sigue viviendo en ti.

Haz lo que quieras.

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