Los pensamientos no tienen casa

Los pensamientos no tienen raíces, no tienen casa; son como nubes que van y vienen. Luego, no necesitas luchar contra ellos, no necesitas enfrentarte a ellos, no intentes siquiera detenerlos.

Deberías comprender esto en profundidad, porque siempre que una persona muestra interés por la meditación intenta de alguna forma detener sus pensamientos. Y, si intentas detenerlos… no pararán nunca, porque el mero hecho de detener un pensamiento es en sí­ un pensamiento, el mero esfuerzo de meditar es un pensamiento, el mero hecho de alcanzar el estado de “no-mente” es un pensamiento. Y, ¿cómo puedes detener un pensamiento con otro pensamiento? ¿Cómo puedes detener la mente creando una nueva mente? Así­ te estarás enganchando a la anterior. Y esto irá a más y más, y no tiene fin.

No luches, porque…¿Quién va a luchar?¿Quién eres tú? Solo un pensamiento. Luego, no te conviertas en un campo de batalla, en una lucha de pensamientos. Por el contrario, vuélvete un observador, simplemente observa los pensamientos flotando. Y…se detendrán, pero no porque tú los detengas. Se detendrán con tu consciencia, no por tu esfuerzo de pararlos.

Osho

                                                                                                                             Foto de cottonbro en Pexels

El aire esta repleto de pensamientos que van de un lado a otro como pompas diminutas que no podemos ver, pues nuestros ojos son incapaces de detectar una palabra tendida al viento. Pero están. Y entran por nuestras orejas y nuestra boca. Entran por nuestra piel. Cuando entran los sentimos y, además, nos los apropiamos, creemos que son nuestros. Estamos rodeados de frases viajeras. Cuando una de esas frases entra sin llamar en nuestro cuerpo y camina rauda a nuestro cerebro, éste le da un significado, en función de nuestros recuerdos. Y entonces aparece el sentimiento. 

Los pensamientos no tienen casa. Y sin embargo, cuando un pensamiento traspasa tu puerta, es fácil, muy fácil creer que es tu hijo. Pero no te confundas; ese pensamiento no eres tú, ni ha nacido de tus entrañas. Es una frase que viajaba por el cielo y que tú has atrapado, como si estuvieras cazando mariposas. 

No son bichos ni alienígenas a los que hay que atacar. Tampoco son pasteles que hay que tragar. Son simplemente viajeros que van a alguna parte. Nuestra labor es observarlos y dejar que sigan su camino. De vez en cuando algún pensamiento luminoso se cuela en ti y entonces tu cuerpo se llena de energía. Otras veces se trata de un pensamiento más turbio que deja un rastro oscuro. No permitas que se quede, pues no es tuyo. Pero acuérdate de observarlo, pues solo así te darás cuenta de que estaba en el aire.

No los puedes evitar. Si te metes en casa con puertas y ventanas cerradas, te seguirán. Si viajas al extremo más lejano del planeta, te seguirán. La mente en blanco no existe. Quizás sí un rato muy corto. Pero enseguida se vuelve a llenar con ideas viajeras. Así que sigue observando y separa las frases que te hacen volar de entusiasmo de las que te oscurecen. Porque, aunque no se vean con los ojos, sí se pueden llegar a conocer muy bien ya que, no sé por qué, se suelen repetir. Es como si se engancharan a las personas distraídas. Como si estuvieran deseando instalarse de una vez, cansadas del viaje. 

Reconozco que de vez en cuando salgo al mundo con una bolsa a atrapar pensamientos voladores, de esos que me hacen respirar mejor, de esos que llenan mi cuerpo de dicha, y los invito a quedarse en la habitación más acogedora de mi casa. Les preparo un bizcocho y les doy una copa de vino. Con eso no consigo que se queden a vivir, claro que no. Pero sí que me visiten con frecuencia y llenen mi vida de luminiscencia.

Observa muy bien. Solo así podrás elegir a tus invitados. Y quizás también así puedas acariciar alguna idea que, distraída, estaba bailando con el viento, y cuyo perfume nadie había percibido. Y quizás de esa manera también consigas encontrar el sosiego que hoy tanto anhelas.

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