En una sesión grupal, la psicóloga en un momento dado levantó un vaso de agua.
Cuando todos esperaban oír la pregunta: “¿Está el vaso medio lleno o medio vacío?”, ella en lugar de ésto preguntó:
– ¿Cuánto pesa este vaso?
Las respuestas de los componentes del grupo variaron entre 200 y 250 gramos.
Pero la psicóloga respondió:
– El peso absoluto no es importante, sino el percibido, porque dependerá de cuánto tiempo sostengo el vaso: Si lo sostengo durante 1 minuto, no es problema. Si lo sostengo 1 hora, me dolerá el brazo. Si lo sostengo 1 día, mi brazo se entumecerá y paralizará.
El vaso no cambia, pero cuanto más tiempo lo sujeto, más pesado y más difícil de soportar se vuelve.
Después continuó diciendo:
– Las preocupaciones son como el vaso de agua. Si piensas en ellas un rato, no pasa nada. Si piensas en ellas un poco más empiezan a doler y si piensas en ellas todo el día, acabas sintiéndote paralizado e incapaz de hacer nada.
¡Acuérdate de soltar el vaso!
Autor desconocido. Obtenido de https://psicologia-estrategica.com/
Foto de cottonbro en PexelsEsta historia te habla a ti, que andas por la vida con el ceño fruncido; y ni te das cuenta porque ya forma parte de tu careta. Ni te das cuenta porque no vives en tu precioso hogar sino en tu mente. Y cuando te despiertas no ves más que las paredes de tu mente. En ella se mueve una amalgama de ideas y el bullicio es constante.Y no consigues escuchar nada más. Por eso no escuchas nunca al pajarillo que te habla al otro lado de la ventana. Ni escuchas a tu hijo. Ni siquiera percibes los secretos que te cuenta el viento en las tardes de septiembre. Solo vives en tu destartalada mente. Hay tanto jaleo allí que cuando te vas a dormir, no consigues descansar. Apoyas la cabeza en tu mullida almohada pero... las voces siguen enredadas en tus neuronas, en una eterna tertulia de temas intrascendentes.
Esta historia te habla a ti, que escuchas voces que vienen de dentro y no te llaman loco. Tranquilo, nos pasa a todos. Hay voces en nuestra cabeza pues así es el cerebro humano. Y ahora te pregunto: ¿Reconoces a todos los personajes que te hablan desde ti mismo? ¿les has puesto nombre? Cada uno tiene un discurso diferente y te manda mensajes distintos. Te aseguro que es muy interesante ir reconociendo uno a uno y estrecharles la mano con una sonrisa. Además, a veces, es preciso organizar una reunión con todos ellos para escuchar lo que tienen que decirte. Entonces, te sentarás en tu sillón de terciopelo y cada personaje te contará su historia. Eso sí, recuerda siempre que tú, solo tú eres el rey de todos, el que lleva la corona. El que tiene la última palabra.
Esta historia te habla a ti y pretende liberarte del peso que supone sujetar un vaso de agua durante tanto tiempo, tanto que duelen los músculos. Quizás no te des cuenta ahora, pues al habitar solo tu mente, has olvidado también que tienes brazos que sujetan vasos de agua. Pero tu casa no es solo tu mente. Tu casa es mucho más grande y tiene una habitación que se llama cuerpo, otra llamada corazón, y la más grande, que recibe el nombre de alma. Escucha a tu mente, escucha a tu cuerpo, escucha a tu corazón, escucha a tu alma. Eso te permitirá dejar, de una vez por todas, el vaso de agua sobre la mesa de la cocina.
Nunca me dejarás de sorprender con estas reflexiones Clementina!!!
ResponderEliminarNecesitaba escuchar estas palabras porque llevo días sujetando este vaso que me atormenta. Ojalá que a partir de ahora piense más en el daño que me estoy haciendo y aprenda a cuidar más mi cuerpo y sobre todo mi alma. Muchas gracias!!
Hola anónimo: ningún vaso merece que lo sujetes mucho tiempo. Ahora que te has dado cuenta de que te duele el brazo, escucha el mensaje que te trae el agua y luego, suéltalo. Ya sé que no es fácil, pero tú tienes la sabiduría para hacerlo. Y también te rodean muchas personas que pueden ayudarte a soltarlo. Solo con hablarlo, ya estás empezando. No estás solo.
ResponderEliminarMuy interesante el ejercicio de identificar las voces. Y el ejercicio propuesto en general, porque no se trata de evadirse, ni de meter la cabeza bajo tierra, cual avestruz. Se trata de una fórmula de discernimiento para distinguir lo que viene de mí, de lo que no, o simplemente las distintas influencias que tengo en mi vida.
ResponderEliminarMe ha encantado, ¡¡enhorabuena!!
Muchas gracias LIG. Es divertido detectar tus voces. Yo tengo algunas tan cañeras que de vez en cuando necesito invitarlas a una fiesta para que se relajen con un baile. A ver si así mi voz sabia se escucha más que las otras...
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