Dragones que son princesas

 No tenemos ninguna razón para desconfiar de nuestro mundo, pues no está contra nosotros. Si tiene espantos, son nuestros espantos; si tiene abismos, esos abismos nos pertenecen; si hay peligros, debemos intentar amarlos. Y si orientamos nuestra vida solamente según ese principio que nos aconseja que nos mantengamos siempre en lo difícil, entonces lo que ahora se nos aparece todavía como lo más extraño, se hará lo más familiar y fiel nuestro. ¿Cómo habríamos de poder olvidar esos antiguos mitos que están en el comienzo de todos los pueblos, los mitos de los dragones que, en el momento supremo, se transforman en princesas? Quizás todos los dragones de nuestra vida son princesas que esperan sólo eso, vernos una vez hermosos y valientes. Quizás todo lo espantoso, en su más profunda base, es lo inerme, lo que quiere auxilio de nosotros.

Rainer María Rilke. Cartas a un joven poeta. 


Foto de Eva Elijas en Pexels

La mente nos dará mil razones para desconfiar de nuestro mundo, pues así hemos sido educados y así es como hemos sobrevivido desde que Alguien nos puso a vivir en este planeta. "El mundo es un lugar peligroso", nos enseñaron. No camines por calles solitarias de noche, no hables con desconocidos, no seas ingenuo, si alguien es demasiado simpático contigo significa que quiere algo de ti. No mires, no hables, no te muevas, no, no... Ten miedo siempre pues, si no lo tienes, morirás abrasado entre las llamas del dragón. Así nos hemos acostumbrado a vivir y así educamos también a nuestros hijos. Y ahora, de repente, llega Rilke y nos escribe estas palabras, que van mucho más allá de lo que nos mostraron nuestros padres. ¿Cómo que el mundo no está contra nosotros? No entiendo nada. No estoy de acuerdo... diréis. 

Hay profundidad en las palabras de Rilke pues nos propone dejar de vivir en la batalla continua, con la armadura como único traje, y pasar a vivir en la confianza. Se trata de algo tan inmenso como dejar la casa del miedo, de paredes negras sin ventanas, y hacer mudanza; llevar todos nuestros bártulos a una casa con vistas al mar, en la que las paredes son de colores. ¿Pero eso es posible? Posible debe de ser, pues algunos ya lo han hecho. Son personas que caminan confiadas, serenas, con una mirada puesta en lo alto, pero sin dejar de contemplar el detalle. Cierto es que se trata de sabios, santos, extraterrestres, mas ¿quien te dijo que tú no podías ser uno de ellos? ¿el mismo que te dijo que no hablaras con extraños?

¿No creéis que ha llegado el momento de confiar? En nosotros mismos y en la vida. En que lo bueno está ahí para nosotros. Confiar en que existen casas con paredes de colores y que la muerte no existe. Pero ¿os dais cuenta? para ello hay que soltar la cuerda que agarramos con fuerza y meter nuestros pies en el agua, para, llegado el momento, nadar sin salvavidas. Entiendo, da pavor. Porque es en ese momento cuando aparecen los dragones y los espantos, las espinas y el humo. Asusta y duele, y a veces no te dejan respirar. Yo me pregunto ahora ¿y si todos esos bichos gigantes solo vivieran en ese órgano nuestro llamado cerebro? ¿Y si tan solo fueran los personajes de un mal sueño que al despertar se desvanecen? 

Hoy te propongo a ti que lees estas líneas, despertar de ese mal sueño y abrazar el abismo, pues solo así podrás descubrir que esos dragones que tanto te asustan no son sino princesas agazapadas, solo así podrás conocer la inmensidad que eres.

Nota de Clementina: Esta entrada la dedico a Javier, amigo que en 1994 me regaló el libro "Cartas a un joven poeta" y con el que compartí largas conversaciones y largas cartas que ampliaron mi pequeño mundo. Muchas gracias Javier. Aunque ya no estés aquí, yo estoy segura de que sigues estando y que has descubierto ya a las princesas que se disfrazan de dragones.

Comentarios

  1. Qué placer haberte conocido y qué ganas de conocerte más… 🙌🏼💜

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