Volví a mí y sucedió la magia


Dejé de insistir donde no había lo que buscaba.
Dejé de pedir con las manos cerradas
Dejé de esperar en sillas ocupadas.
Dejé de intentar en un cuerpo ajeno
Deje de poner mis expectativas en personas ocupadas.
Dejé de pretender que el otro entendiera.
Dejé de poner los ojos y la esperanza en corazones que no querían latir al lado mío.
Y entonces, magia.
Magia.

Volví a mí, como único destino posible.
Volví a mí, como único camino disponible.
Volví a mí, como el único reencuentro pendiente.
Volví a mí y pude verme las costillas, los dolores y mi alma deshidratada, pidiendo agua.
Y me recibí. Me acaricié. Me perdoné. Me recosté sobre mi hombro. Me nombré con mi propia voz. Y me encontré. Distinta pero intacta. Me tuve otra vez. Me tengo otra vez.
Y entonces, magia.

Tengo las llaves de las puertas que quiero abrir.
Acá, adentro.
Afuera solo están las cerraduras.
Pero yo decido dónde y de mí depende cómo.
Yo decido dónde.
Yo elijo cómo.....
Yo elijo con quien ....
Yo decido qué quiero .....
Yo decido qué merezco ....

Y la magia volvió a mí porque nunca se fue, porque siempre habitó en mí pero no me permitía verla por rechazarme, y así bajé a mis sombras y resucité, me abrace, me acepté, seguí viva y volví a mí.

Lorena Pronsky





Foto de Bruno Pires en Pexels

Te has olvidado de esa persona que vive dentro de ti, que te acompaña desde siempre y te observa desde un lugar distinto, un lugar escondido a los ojos. Te empeñas en olvidarla porque crees que si la atiendes, te convertirás en egoísta, egocéntrico, narcisista. Egoísta, egocéntrico, narcisista son palabras que crean monstruos en tu mente. Y al olvidarte de esa persona, te vas vaciando de amor. La fuente se seca y las paredes del corazón se arrugan. No quieres convertirte en ese monstruo narcisista, y por eso sales a la calle y das tu tiempo a otros, quizás tu dinero, y cedes y cedes, no paras de ceder. Porque esa persona que vive dentro de ti no merece que la pongas en primer lugar, pues eso es egoísta. Mejor, olvídala.

Así, cada vez te alejas más de la persona que te acompaña. Y solo la miras en el espejo para sacar sus defectos, que cada vez son más. Y la insultas. Le dices cosas que nunca dirías a otros. Y la escondes por miedo a que la vean. Y cierras su boca con tretas. Te avergüenzas de ella.

A veces no quieres ni mirarla. Y ante el vacío que sientes, emprendes la búsqueda del manantial de agua fresca que necesita tu boca seca. Lo buscas en los besos ajenos, en las palabras y ojos de otros. Lo buscas en los "likes", en tu sueldo, tu coche y tu reloj. En un chalet con vistas al mar. Lo buscas en tu marido y en tus hijos. Incluso en el quiosquero y en la vecina. Buscas y no encuentras, pues tu vacío es tan grande que no hay nada allá fuera que pueda llenarlo.

Por eso, es necesario que vuelvas a ti, a reconocerte. Que vuelvas a mirarte a los ojos y te digas con ternura "Te quiero". Que reconozcas en esos ojos todo el amor del mundo, pues está ahí, de verdad. Es importante que encuentres a aquella persona que te acompaña desde siempre, pues solo ella, solo ella, hará que las heridas que han aparecido en tu piel se curen. Sí, es mágico. Solo de esa manera, poco a poco, paso a paso, caricia a caricia, podrás empezar a mirar hacia fuera, hacia los otros, para darles tu tiempo y quizás tu dinero desde ti mismo, un ti mismo que no necesita palabras ni miradas de agradecimiento, pues ya no está seco sino todo lo contrario.

Tú tienes las llaves. Abrázate, resucita. Y entonces, magia.

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