Segundo rasgo de las personas creativas: Pasar tiempo en la naturaleza

Segundo rasgo de las personas más creativas: Se conectan con la naturaleza y la disfrutan.

Planea pasar un periodo de tiempo en contacto con la naturaleza. No hay manera más saludable de descargar las energías acumuladas. Cuando te apartas de los confines artificiales del mundo material y vuelves a la naturaleza, el sistema mente-cuerpo se deshace espontáneamente de su exceso de energías. 

En los ambientes de ciudad no siempre es fácil hallar un sitio verde y abierto, un amplio panorama de cielo y nubes, aire puro con que llenarse los pulmones. Pero si encuentras un trozo de tierra donde tenderte, sin zapatos y con los brazos extendidos al sol, aprovéchalo. A falta de eso, busca experimentar la naturaleza allí donde vives, levantándote temprano para apreciar el amanecer, o deteniéndote unos momentos al atardecer para contemplar la puesta de sol, la luna y las estrellas.

Las células de tu cuerpo están exquisitamente armonizadas con los ciclos de la luna, el sol y las estrellas. Cuando bebes la naturaleza con tus sentidos, esta conexión invisible se fortalece. 

Deepak Chopra. Libro: Cuerpos sin edad, mentes sin tiempo.



Foto de Clementina Crol (en La Palma).

Todos somos estudiantes. Sí, tú también, aunque tengas casi 80 años. Y la naturaleza es nuestra gran maestra. 

La primera lección que nos enseña es a tener paciencia, pues nadie puede hacer que la espiga crezca más deprisa; nadie ha conseguido dominar el sol y sus tiempos. Nosotros, sin embargo, no estamos acostumbrados a tener paciencia y por eso, queremos nuestra comida ya y no toleramos que el camarero se despiste un poco. Vamos demasiado deprisa a todos sitios y no nos permitimos parar un rato a charlar con un anciano o con un niño, ni a observar el abeto de nuestro jardín. Claro, no está en nuestra agenda, ese invento que encarcela cada uno de nuestros días encadenando actividades. Ya veis, el río no tiene agenda, ni prisa. Aprendamos de él.

Otra gran lección de nuestro paisaje es la importancia de soltar. Soltar lo que debe irse, igual que el abedul suelta sus hojas en otoño. Nos agarramos con la mano bien apretada a nuestros barrotes, a nuestra pareja, a nuestras posesiones, sin darnos cuenta de que nada es nuestro y que cualquier día, se pueden soltar y danzar con el viento. Cuando aprendemos a soltar, vivimos más libres. Igual que las nubes se liberan cuando sueltan su lluvia sin aferrarse a ella. Aprendamos de las nubes.

La tercera gran lección de la naturaleza es la importancia de los pequeños detalles, pues no hay dos amaneceres iguales y cada flor tiene un diseño diferente. Todo es distinto, majestuoso. Si lleváramos esta lección a nuestra vida, no sentiríamos la rutina en nuestros huesos, pues cada lunes estaría sembrado de colores distintos. Para ello, es necesario percibir los detalles de este momento, con todos sus matices: los ojos de tu hija en los que el sol refleja sus rayos, el perfume del pan al partirlo, el latido de tu corazón ante el abrazo. 

Finalmente, aprendamos esta lección que nos regala la naturaleza: la confianza. Hagamos como el águila, que se abandona al cielo sin miedo a caer, o como el río, que confía en llegar al mar, sin preguntarse si va por el camino correcto. Todo en la naturaleza está libre de preocupaciones. ¿Te imaginas a ti mismo libre de preocupaciones? Y aquí me vienen a la mente estas palabras de Jesús: No estéis preocupados por vuestra vida pensando en qué vais a comer ni por vuestro cuerpo pensando en con qué os vais a vestir. Mirad los pájaros del cielo: no siembran ni siegan, ni almacenan y sin embargo, vuestro Padre Celestial los alimenta. Fijaos como crecen los lirios del campo. Y yo os digo que ni Salomón en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Así pues, nuestra gran maestra nos dice: "Tanta preocupación ¿tiene algún sentido? Confía, confía." 

El reto de esta semana para ti es: pasa tiempo en la naturaleza y, mientras disfrutas del mosaico otoñal, recuerda todas esas lecciones que tu gran maestra te descubre a cada paso. 

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