Tercer rasgo de las personas creativas: Experimentar y confiar en las emociones

Tercer rasgo de las personas más creativas: Confían en sus sentimientos.

1. Conoce de veras tus emociones.

2. Permite la espontánea liberación de emociones que normalmente reprimirías o tratarías de olvidar.

3. Haz de tus emociones algo a disfrutar. Muchas personas se han convencido de tener pocas emociones; sin embargo, pese a nuestros esfuerzos por reprimirlas, existe un sentimiento ligado con cada uno de nuestros pensamientos. Cuando los sacas a la luz, te pones de nuevo en la totalidad de la conexión mente-cuerpo, y la totalidad es el estado más satisfactorio en que puedes vivir.

Un auténtico contacto con las emociones tiende a ser sumamente difícil en medio del trabajo y otras actividades. Las emociones no siguen una rutina; si tienes propensión a alejarte de tus sentimientos, la prisa de la vida moderna te facilita aun más reprimirlas y escapar de ellas a medida que surgen. Sin embargo, no hay nada más importante que experimentar tus sentimientos. Son la parte más espontánea de tu composición.

Deepak Chopra. Libro: Cuerpos sin edad, mentes sin tiempo.





Rueda de las emociones de Putchik

Este tercer rasgo habla de entrenar tu escucha interior. Tu mejor amigo, tu cuerpo, tu templo, te manda cartas continuamente. Algunas las abres y tras leerlas, te metes en sus letras como si fueran los barrotes de una prisión y te instalas allí un buen rato y a veces un buen trozo de tu vida, pues has perdido las llaves. Otras las ignoras y se quedan sin abrir en una enorme y polvorienta caja de tu habitación. A algunas las miras con desprecio deseando que desaparezcan. Otras, en cambio, las lees, comprendes su mensaje y las devuelves al viento. 

Hemos estudiado tantas matemáticas, geografía, lengua, hemos visitado tantos museos, conocemos los nombres de tantos políticos de ahora y antes, nos jactamos de nuestra cultura, de los libros que leemos, de lo inteligentes que somos, y sin embargo, nada sabemos de nuestra emociones. De no saber, ni siquiera sabemos su nombre. Nos quedamos en alegría, tristeza, miedo, rabia y asco, pues lo vimos en esa peli de dibujos animados. Punto. Tan enfocados estamos en lo de fuera, que nos estamos perdiendo el viaje más importante. 

Ni siquiera el mejor explorador del mundo hace viajes tan largos como aquel que desciende a las profundidades de su corazón.

Julien Green

Hoy te propongo que comiences ese viaje. ¿Cómo? Lo primero escucha, escúchate, abre la carta. ¿Qué notas en tu cuerpo cuando tu hija adolescente se va de casa sin despedirse, sin mirarte siquiera? ¿En qué parte de tu cuerpo aparece la rabia cuando tu jefe te habla con brusquedad? ¿Qué forma y color tiene la culpa cuando no has dedicado tiempo a tu madre, o a tu padre, o a tu abuela? Tras abrirla, el siguiente paso es leerla y entender sus palabras. Poner nombre a eso que sientes, pues nombrar algo es sostenerlo con tus manos y hacerlo manejable. Sostenlo, míralo, entiéndelo. ¿Es abatimiento? ¿furia? ¿frustración?¿melancolía? Leída y entendida la carta, actúa, si así lo decides. Pero date cuenta que no se trata de una reacción automática, comúnmente llamada "salida de olla", sino una respuesta serena y firme. Finalmente, no te quedes la carta, devuélvela al viento, déjala que se vaya como un aleteo. 

Alguno de vosotros pensará: "Eso de estar pendiente de mis emociones es de egocéntricos". Y otros pensarán "Con lo ocupado que estoy, lo último que voy a hacer es distraerme con estas cosas de los sentimientos. Eso no es para mí". Lógico, pues nuestra educación arcaica no nos ha hecho ver la importancia de todo esto. Y gracias a ello, las consultas de los psicólogos están plagadas de gente que, como tú, no lee las cartas que constantemente le envía su cuerpo. Es más, cada vez se escucha más a científicos y médicos que la causa de muchas de las enfermedades de nuestro tiempo es la nefasta gestión de nuestras emociones. 

Te llegan miles de cartas cada día. Hoy te propongo coger tu maleta y emprender el viaje más importante de tu vida; el que te lleva a tu propio corazón.





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