Un científico vivía con preocupación todos los problemas del mundo. Estaba decidido a encontrar por todos los medios una solución. Pasaba días en su laboratorio, en busca de respuestas.
Cierto día, su hijo de 7 años invadió su lugar de trabajo, dispuesto a ayudarle a encontrar esa ansiada solución. El científico, nervioso por la interrupción, le pidió al niño que fuese a jugar a otro lugar. Viendo que era imposible sacarlo, el padre pensó en algo que pudiera distraer su atención. Encontró una revista, donde había un mapa del mundo, ¡justo lo que precisaba! Con una tijera, recortó el mapa en varios pedazos y se los entregó al niño con un rollo de cinta, diciendo: "Hijo, como te gustan tanto los rompecabezas, te voy a dar el mundo en pequeños pedazos, para que lo repares." El científico pensaba que quizás se demoraría meses en resolverlo, o quizás nunca lo lograse, pero por lo menos, le dejaría tranquilo por un tiempo; pero no fue así.
Pasadas algunas horas, escuchó la voz del niño: “Papá, papá, ya hice todo, conseguí terminarlo”. Al principio el padre no dio crédito a las palabras del niño. ¡No puede ser, es imposible que a su edad haya conseguido recomponer un mapa que jamás había visto antes! Levantó la vista de sus anotaciones, con la certeza de que vería un trabajo digno de un niño. Para su sorpresa, el mapa estaba completo. Todos los pedazos habían sido colocados en sus debidos lugares. ¿Cómo era posible? ¿Cómo había sido capaz?
-“Hijito, tú no sabías cómo es el mundo, ¿cómo lograste armarlo?”
-“Papá, yo no sabía cómo era el mundo, pero cuando sacaste el mapa de la revista para recortarlo, vi del otro lado la figura de un hombre. Así que le di la vuelta a los recortes y comencé a recomponer al hombre, que sí sabía cómo era. Cuando conseguí arreglar al hombre, di vuelta la hoja y me di cuenta que había arreglado al mundo.”
https://psicologia-estrategica.com/
Foto de Wesley Carvalho en Pexels
La mayoría de nosotros, o todos, estamos preocupados por esas bombas que vemos en las noticias, por la mirada fría de un señor cuyas intenciones desconocemos, por tantas y tantas vidas destrozadas. No nos cabe en la cabeza que en pleno siglo XXI ocurran estas cosas. Y nos preguntamos ¿acaso no hemos aprendido nada del pasado?
Sin embargo, la mayoría de nosotros, o todos, seguimos cometiendo el mismo error que nuestros abuelos y tatarabuelos: eludir nuestra responsabilidad y poner fuera de nosotros al enemigo, a ese "otro" que es un tarado, egoísta, psicópata y todos los adjetivos peyorativos imaginables. "El otro" visto así, no es un ser humano que tiene madre, deseos, emociones. Es una cosa unidimensional y ya está. Una pared. Un suelo. Y así, ponemos en él todo lo terrible de este mundo, limpiando nuestra conciencia ya de paso. Porque es él y solo él, el que tiene la culpa de todo. Y yo soy un pobre infeliz que no puede hacer nada contra la maldad del mundo. ¡Qué facil! ¿no?
En mi opinión todos podemos hacer algo para limpiar el planeta de bombas. Tú también. El primer paso consiste en mirar con otros ojos a todas las personas que te rodean, es decir, dejar de cosificarlas. Observar con ternura al conductor del autobús y a la señora que te atiende en la mercería, a tu compañero de trabajo, a tu hermano, a tu jefe. No puedes cambiar de golpe el mundo (qué difícil es armar un puzzle tan grande), mas sí cambiar tu mundo interior adornándolo con tu perfume favorito. Lo que estoy proponiendo no es evitar los pensamientos turbios, pues pretender controlar los pensamientos es tan absurdo como querer parar el viento. Los pensamientos no son tuyos y por lo tanto, no puedes agarrarlos y meterlos en un cajón de tu mesa de noche. Lo que sí puedes evitar es que te atrapen y te lleven con ellos a su país. Lo que sí puedes hacer es dejarlos pasar.
No puedes cambiar de golpe el mundo, pero sí cultivar una mirada de ternura hacia tu vecino, que significa dejar de compararte, alegrarte con sus triunfos, desear su felicidad y estar en paz por dentro. La paz, eso que tanto deseas, es algo que solo puedes construir tú, ladrillo a ladrillo. ¡¡Deja ya de mirar fuera y ocúpate de lavar tu oscuridad!! Cuando te pongas a ello te darás cuenta de que es un trabajo tan laborioso, que ya no tendrás tiempo de señalar con tu dedo las neuras de los demás.
La única manera de restaurar el mundo es arreglar al hombre, pero no a ese hombre que aparece en las noticias, ese que pone las bombas. La única manera de adecentar este mundo y conseguir una Paz con mayúsculas, es arreglando al hombre o la mujer que tú eres.
Comentarios
Publicar un comentario