Muchos de nosotros nos centramos más en nuestros puntos débiles que en los fuertes. Como ya se ha dicho, con frecuencia restamos importancia a nuestros rasgos positivos porque nos resulta demasiado aterrador e incómodo reconocerlos. Sin embargo, si nos tratamos con bondad a nosotros mismos, seremos capaces de disfrutar de nuestras virtudes. (...)
El sentimiento de humanidad común inherente al aprecio por uno mismo significa que nos valoramos, no porque seamos mejores que los demás, sino porque todas las personas tenemos cosas buenas. Apreciar las bondades de los demás al tiempo que ignoramos o menospreciamos las nuestras, crea una falsa división entre nosotros y los demás. Sin embargo, como expresión distintiva de la fuerza vital universal que impulsa toda nuestra experiencia, cuando nos honramos a nosotros mismos, honramos todo lo demás. Como afirma el maestro Thich Nhat Hahn "Eres una manifestación maravillosa. Todo el universo se ha unido para hacer posible tu existencia." (...) En realidad, no somos responsables de nuestros dones y talentos. Proceden de nuestro acervo genético, del amor y los cuidados de nuestros padres, de la generosidad de los amigos, de la ayuda de nuestros profesores y de la sabiduría de nuestra cultura colectiva. Un nexo único de causas y condiciones dio lugar a la persona en constante evolución que soy. Apreciar nuestras virtudes, por tanto, es en realidad una expresión de gratitud por todo lo que nos ha moldeado como individuos y como especie. El aprecio hacia uno mismo honra humildemente a toda la creación.
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Hay quien podría argumentar que si nos centramos demasiado en lo bueno de nosotros mismos, pasaremos por alto oportunidades necesarias de crecimiento. Esto es cierto solo si nos centramos "demasiado" en lo positivo. Si adoptásemos una visión desequilibrada de nosotros mismos sí sería un problema. No sé por qué caemos con tanta frecuencia en la trampa de este tipo de pensamiento, que no nos sirve para nada. Todo ser humano tiene rasgos positivos y negativos. En lugar de salirnos por la tangente en una u otra dirección, buena o mala, tenemos que honrarnos y aceptarnos tal como somos. Ni mejores ni peores. La clave es tener equilibrio y perspectiva para poder vernos sin distorsiones. Cuando sale el sol podemos apreciar nuestra luz y cuando se pone, podemos dedicarnos compasión por nuestra oscuridad.
Kristin Neff. Sé amable contigo mismo.
Cuando digo en voz alta tus cualidades, no lo digo para adularte ni para avergonzarte sino para que te des cuenta de que también eres luz. Reconoce que también eres luz. Por favor, no te avergüences ni me pidas que pare. Es importante que te lo diga para que tú también te lo digas a ti mismo.
Creemos que estamos en una montaña rusa. Nuestro tren está abajo. Si escuchamos demasiadas cosas buenas sobre nosotros mismos, el tren empieza a subir y a subir y llega un momento en el que está tan arriba que vemos el mundo a nuestros pies. Entonces estamos perdidos pues nos consideramos mejores que todos y que por tanto, su deber es adorarnos. Lo que significa que nos hemos hundido de lleno en el narcisismo y solo tenemos ojos para mirar nuestro ombligo. Es tan horrorosa esa imagen y va tan en contra de nuestros valores que, cuando estamos abajo y alguien nos dice algo bueno, hacemos todo lo posible para que el tren no se mueva, que no suba hacia la cima, pues sabemos que si empieza a subir no habrá quien lo pare. Así que, no solo nos incomodan los elogios, sino que nos acostumbramos a maltratarnos, llamándonos estúpidos, inútiles cada vez que cometemos cualquier error. Y para evitar que el tren suba, para evitar el temido narcisismo, te conviertes en una sombra de ti mismo, pues al ignorar los elogios, al maltratarte, no dejas que tus alas se desplieguen.
Estamos de acuerdo en una cosa: ninguno de los dos queremos convertirnos en un orgulloso pavo real. Pero ¿es quedarse en el fango la única solución? No lo creo.
Podemos pensar que el tren en el que viajamos no es una montaña rusa, sino un tren que recorre una gran llanura. Cuando recibes un elogio, tu tren no sube pero sí avanza. Avanzar supone dos cosas: agradecimiento y ecuanimidad. Agradecer tus dones como una forma de darte cuenta de que no eres tú el que se lleva todo el mérito sino Dios, tus padres, tus ancestros, aquel profesor que te marcó o ese amigo que te acompaña. Ecuanimidad como una forma de darte cuenta de que no eres el único que porta una luz y por lo tanto, no hay motivo alguno para mirar por encima del hombro a nadie, a nadie. Lo mismo ocurre si recibes una crítica: agradecimiento y ecuanimidad. Y así el tren sigue avanzando por la llanura, y tú disfrutas de tu paisaje sabiendo que no es tuyo sino del Amor y que el Amor te puso allí para que añadieras una cucharada de eso que tú eres a la gran receta del mundo. Eso que tú eres no son solo tus sombras sino también tus resplandores. Por eso...
Cuando digo en voz alta tus cualidades, no lo digo para adularte ni para avergonzarte sino para que te des cuenta de que tú también eres una manifestación maravillosa y que todo el universo se ha unido para hacer posible tu existencia. Es importante que te lo diga para que tú también te lo digas a ti mismo, pues solo honrándote a ti mismo honras todo lo demás.
Tú sí que eres una manifestación maravillosa del mundo Clementina!! Muchas gracias por recordarnos que intentemos castigarnos menos y querernos más
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