Podéis encontrarme
en tu forma de respirar y caminar.
Este cuerpo mío se desintegrará,
pero mis acciones me continuarán.
En mi vida diaria siempre practico ver mi continuación a mi alrededor.
No necesitamos esperar hasta la disolución total de este cuerpo para continuar,
continuamos en cada momento.
Si piensas que solo soy este cuerpo,
entonces no me has visto realmente.
Cuando miras a mis amigos, ves mi continuación.
Cuando ves a alguien caminando con atención plena y compasión,
sabes que él es mi continuación.
No veo por qué tenemos que decir “moriré”,
porque ya puedo verme en ti, en otras personas y en las generaciones futuras.
Incluso cuando la nube no está allí,
continúa como nieve o lluvia.
Es imposible que una nube muera.
Puede convertirse en lluvia o hielo,
pero no puede convertirse en nada.
La nube no necesita tener alma para continuar.
No hay principio ni fin. Nunca moriré.
Habrá una disolución de este cuerpo,
pero eso no significa mi muerte.
Continuaré, siempre.
Thich Nhat Hanh, Mi casa es el mundo
Hay veces en que la muerte de un ser muy querido se cruza en tu alma. Y entonces solo ves llanto y un callejón oscuro lleno de niebla. Cuando llega ese momento parece que todo pierde su sentido y ya no tienes ganas ni de caminar. Se te antoja demasiado doloroso levantarte por la mañana y lavarte la cara, salir a la calle y observar que el mundo sigue y las personas van a la panadería como si nada hubiera pasado. Quizás brille el sol pero para ti el cielo es tenebroso, como esos días de septiembre en los que amenaza lluvia y te das cuenta de que el verano ha acabado.
Hay veces en que no sabes qué hacer, pues has llegado al muro que tanto temías y ¡cómo duele! Sin darte cuenta y de repente, las persianas han bajado y se han quedado ahí arrugadas para que no veas ni una brizna de luz. Y las personas que te rodean son simples títeres de teatro, a los que no entiendes pues hablan otro idioma, el mismo que tú hablabas ayer.
Lo sé. El universo entero se ha parado para ti y se ha hundido en un agujero y cuando miras a tu alrededor no ves nada. Y sin embargo...
Ese muro tiene una puerta, la única. No tienes más remedio que traspasarla y seguir avanzando. Al principio sin fuerzas y con una bolsa llena de lágrimas que arrastra un peso infinito. Mas poco a poco las lágrimas se van convirtiendo en pétalos de rosa que se elevan hacia el cielo, desprendiendo un perfume desconcertante. Y un día cualquiera te das cuenta de que la bolsa pesa mucho menos y que incluso, puedes sonreír. Un día cualquiera todo vuelve a estar en su sitio y puedes ir a la panadería con el alma ligera, como antes.
Te aseguro que ese día llegará. Por supuesto que llegará. Porque él no se ha ido. Sigue. Está en tu corazón y en las hojas de los árboles. En tu hija y en todas las manos que te llenan de consuelo. Está en el templo y también en los jardines. En una copa de vino y en las piedras del río. Está y camina a tu lado. Lo sé. Porque no hay principio ni fin. Porque la muerte no existe.
P.d-Dedicado a una amiga muy querida que acaba de perder a su padre.
Muchas gracias Clementina, que preciosidad! Tienes toda la razón, él está ahí, en las aguas del río, en las hojas del bosque...., nunca dejará de estar con nosotras. ❤
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