Tu yo narrador, tu yo experimentador

Existen al menos dos yoes diferentes en nosotros: el yo experimentador y el yo narrador. El yo experimentador es nuestra conciencia constante (...) Sin embargo, el yo experimentador no recuerda nada. No cuenta relatos y apenas se le consulta cuando hay que tomar grandes decisiones. Recuperar recuerdos, contar relatos y tomar grandes decisiones constituyen el monopolio de una entidad muy distinta de nuestro interior: el yo narrador. Está siempre atareado narrando historias sobre el pasado y haciendo planes para el futuro. Como cualquier periodista, poeta y político, el yo narrador toma muchos atajos. No lo narra todo y por lo general teje el relato únicamente a partir de momentos culminantes y resultados finales. (...)

El yo narrador se acerca a nuestras experiencias con un par de aguzadas tijeras y un grueso rotulador negro. Censura al menos algunos momentos de horror y guarda en el archivo un relato con final feliz. (...)

La mayoría de la gente se identifica con su yo narrador. Cuando dicen "yo" se refieren al relato que hay en su cabeza, no al torrente de experiencias que viven. Nos identificamos con el sistema interno que coge el alocado caos de la vida y lo transforma en cuentos en apariencia lógicos y consistentes. No importa que el argumento esté lleno de mentiras y lagunas, y que se reescriba una y otra vez, de manera que la narración de hoy contradice totalmente la de ayer.

Homo Deus. Yuval Noah Harari.





Foto de Yan Krukov: https://www.pexels.com

Desde que leí estos párrafos en el libro Homo Deus, estoy mucho más atenta a mi yo narrador, cuentista profesional, que saca ideas de su chistera continuamente, que no calla. Es magistral. Y lo más interesante es que la mayoría de nosotros, si no todos, vivimos a su merced. Es nuestro amo. Mi yo narrador con su verborrea, ordena mi mundo y me dice cómo debo comportarme, qué debo disfrutar y qué no, a qué persona debo sonreír, y por qué tengo que sentirme culpable muchas veces. Me dice si valgo, si me quieren, si he hecho bien, si hay un lugar para mí en el mundo. Y así, con sus palabras incesantes, moldea mi realidad como un alfarero. Un auténtico artista. Ahora mismo, mientras lees estas palabras de Clementina, te está susurrando ideas pues, como te he dicho, no calla nunca. 

¿Que no eras consciente de todo esto? Entonces te propongo que cierres los ojos durante unos minutos y que esperes sin hacer nada de nada. Te darás cuenta enseguida de lo que ocurre, pues tu yo narrador, alzará su voz para disparar ideas e imágenes. Te propongo que, en ese momento, tomes esas ideas, las metas en un globo y las lances al aire para que el viento se las lleve. Verás que se alejan y que tu cielo vuelve a estar despejado. Sin embargo, tu narrador es pura dinamita y no podrá aguantar esa situación. Te enviará más ideas, más imágenes. Mételas en otro globo y suéltalas al aire. Mira cómo se alejan... Hacer esto es como jugar al escondite con tu narrador. Tú te escondes y él al instante te encuentra. Esto con el tiempo se convierte en un juego apasionante pues, aunque el poeta, político, periodista que tienes en tu cabeza nunca calle y siempre, siempre encuentre tu escondite, al menos puedes empezar a conocer sus tretas, cada vez más refinadas. Y al conocer sus tretas, puedes libertarte de él un poquito. A veces un segundo, otras veces diez. 

Pero, te preguntarás, ¿Para qué liberarte de tu yo narrador? Para dejar que salga a escena, de vez en cuando, tu yo experimentador, que es el único que puede abrirte la puerta a emociones intensas. Es ese el yo que se conmueve ante una puesta de sol o ante un abrazo inesperado. Ese yo no explica, ni cuenta historias. Simplemente siente, saborea una caricia, descansa en el perfume de un beso. Cuando ese yo saca su cabeza del agua, ya no existen las palabras ni las dudas ni tampoco las máscaras. Ni siquiera existes tú pues te conviertes en la espuma de la ola y en las hojas del jazmín. Te fundes con la vida. 

Puesto que no podemos vivir sin nuestro cuentista, te propongo que lo abraces y observes lo que te dice. Pero solo obsérvalo, no creas siempre sus alambicadas ideas ya que, si lo conviertes en tu gurú, te llenará de barro y espinas. Recuerda que también tienes otro Yo agazapado en tu interior, que no habla ni enreda, y es ese personaje silencioso el que tiene la llave que tanto tiempo llevas buscando. La llave de tu Ser.


Comentarios

  1. Qué bonitas y sabias palabras Clementina!! Siempre nos sorprendes!!! Tenemos que buscar más momentos para que ese maravilloso yo experimentador se manifieste. Muchas gracias. Nos ayudas mucho a intentar ser mejores

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