Me basta con saber que estás aquí

Sola, estoy sola. Nací sola y moriré sola. En mis sueños sigo sola y también en mis desvelos. La soledad me inunda pues, aunque haya personas a mi alrededor, no siempre conecto con ellas. Es más, muy pocas veces conecto con ellas. Esa conexión es tan rara, tan inusual, que cuando ocurre es como si un relámpago inundara todo mi ser e hiciera temblar todas las hojas de mi roble. Las personas van y vienen como planetas en su órbita, y yo las observo a través de mi vasija de cristal e intento acercar la mano pero no puedo ni rozarlas pues ellas van rápido, metidas en sus cosas, y ni me miran. Y entonces me doy cuenta de que efectivamente estoy sola. Por eso...

Me persigue esta canción que escuché el miércoles en el funeral del padre de un amigo y que me habla de lo contrario: me dice hay alguien que me acompaña siempre. Quizás sea otro cuento que quiero creer y sin embargo, hay un calor que se enciende en mí al escuchar esa letra y esa melodía. Un calor que no es inventado. Es una especie de certeza que me dice que no soy insignificante, que importo y que estoy aquí por algún motivo. 

Por eso, hoy escribo para ti, mi preciosa adolescente, que te sientes a veces tan sola como yo. Te escribo para que sepas que yo siempre estaré contigo, aunque algún día no me veas y tengas que imaginarme con canciones. Yo estaré, como está ella también, ya que siento su presencia en los pájaros y también en tus ojos. La soledad no existe pues estamos todos entrelazados por no se sabe qué cosa misteriosa. En los momentos de tristeza quizás no veamos nada y es lógico; en esos momentos solo existe un abismo en el que nos cobijamos para que nadie descubra nuestra enrojecida alma. Pero los lazos están ahí, invisibles, igual que están ahí las estrellas, aunque durante el día no las percibamos. Hay tantas cosas que no vemos... Hoy, mi preciosa adolescente, te pido que me creas, que los lazos mágicos existen y espero que a veces, muchas veces, puedas llegar a atisbarlos en una conversación, un poema o la música de un violín. 


Foto de Kat Smith: https://www.pexels.com/

La soledad no existe. La soledad es un cuento que nuestra mente nos narra en cuanto puede. La muerte no existe. La muerte es un cuento que nuestra mente nos narra en cuanto puede. Ella está viva. Él está vivo.

Hoy dejo para ti esta canción, la que me persigue desde el miércoles:




Me basta con saber que estás aquí,

encerrado en una urna de cristal,

volando a lomos  de una nube gris,

caminando de nuevo sobre el mar.


Me basta con saber que estás aquí,

aunque tardes un poco en regresar.

Tú dijiste que habías de venir,

haz que no nos cansemos de esperar.


 Me basta con saber que estás aquí,

aunque no se te oiga respirar

y ni siquiera el corazón latir,

me basta con tu nombre pronunciar.


Me basta con saber que estás aquí,

preparándonos una eternidad

aunque tengamos antes que morir

para poder después resucitar


Me basta con saber que estás en mí,

y que nada nos puede separar.

Ni la angustia, ni el hambre, ni el sufrir,

ni el peligro, la espada o la precariedad.


Me basta con saber que estás aquí,

y que eres el principio y el final,

que te obedece el tiempo

y el sol sale para Ti,

que das orden al viento y deja de soplar


 Me basta con saber que estás aquí

y que pronto nos hemos de encontrar,

que nuestra travesía tiene un fin

y Tú estás esperando a la orilla del mar.


Me basta con poder decir que sí

y darte mi permiso para entrar,

que tu palabra se haga carne en mi

y que se cumpla así en todo

tu voluntad.


Me basta si al morir puedo decir

que todo se ha cumplido y exhalar

el último suspiro inclinándome hacia Ti

para rendir mi espíritu y luego volar.


Me basta porque sé

que así te basta a Ti,

me bastará aquel día poder escuchar

que pronuncias mi nombre

para bendecir

y olvidas todo lo que pude

hacer de mal.


Me bastará.


 





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