Un tiempo vendrá en el que, con gran alegría, te saludarás a ti mismo

Te levantas un lunes cualquiera de cualquier mes oscuro, con el pitido del despertador retumbando en tus tímpanos y la necesidad imperiosa de seguir acurrucada en tu almohada. Observas a tu marido, que ni te mira. Contemplas tus manos, cada día más arrugadas y con manchas, y te miras en el espejo, que en ese momento se te antoja tu enemigo. Tu pelo, estropajoso, parece no tener arreglo. Ojeras, canas, desilusión y monotonía se instalan cada día en tu cuerpo y en tu alma, y te preguntas ¿para qué sirve mi vida? 

Ya pasaron los días de conquista, esos en los que te arreglabas para deslumbrar a todos con tu sonrisa. También pasaron los días en los que, gracias a tu papel de madre, te sentías necesaria. Ahora los niños, ya casi adultos, se cruzan contigo por el pasillo como si no existieras. ¿Dónde quedaron los besos y abrazos repentinos? ¿Dónde los gritos de "¡¡Mamá ven!!" o "¡¡Mamá cuéntame un cuento!!"? ¿Dónde se fueron esos días de amor? Ahora no eres más que un fantasma que pulula por la casa, sintiéndote cada vez más transparente para ellos, y cuyo único cometido es poner lavadoras.

Este es el retrato de una mujer, madre, que ronda los cincuenta años y siente que su vida está perdiendo el color que antes tenía. Y si bien no es así todo el tiempo, pues se trata de sensaciones que van y vienen, ciertamente van abriendo una herida que es necesario sanar, pues de lo contrario, invadirá de enredaderas tu cuerpo y te llevará a comprar demasiado, comer demasiado, o cualquier otra cosa pero siempre "demasiado". 

Entonces ¿Qué se puede hacer para poner agua oxigenada y tratar ese dolor? Yo creo que el primer y más importante paso es mirarlo de frente y entender que no es un espejismo. Existe de verdad y de nada sirve taparse con la sábana. Mirar al monstruo que amenaza con exterminar tu luz; no hacer ni caso a aquellos que te digan "¿Qué me estás contando? ¡Ay! qué exagerada eres. Con lo bien que vives". ¡¡Qué sabrán ellos de enredaderas!! Por eso, solo tú puedes comenzar este camino de reconstrucción de ti misma y de tu identidad. Porque, aunque sigas siendo mujer, madre, esposa y trabajadora, ahora no sientes que esas palabras te definan del todo. Ha aparecido ahí en el pecho un hueco que no se llena de cualquier forma. 

El segundo paso es encontrar una fuente que no está en la plaza de un pueblo perdido, sino dentro de ti. Una fuente de agua cristalina, limpia, que llene ese hueco que te amenaza y que no dependa de nada de fuera. Encontrar dentro esa chispa que llene tus días de sentido y alma, aunque las nubes sean grises y el vecino tuerza su boca al verte. Dirás ¿y cómo encuentro yo esa fuente? La única manera que se me ocurre es hacer silencio y conectar con aquello que antes de ser mujer, madre, esposa y trabajadora te hacía vibrar de verdad. Para algunas será la escritura, para otras la pintura, para otras los paseos por el campo, para otras el ganchillo, para otras... Conectar con esa fuente para reconciliarte contigo misma y, por fin, darte cuenta de que ninguna etiqueta te define y que tu luz existe para brillar de forma permanente.

Solo conectando con esa fuente podrá llegar el tiempo en el que, con gran alegría, te saludes a ti misma, al tú que llega a tu puerta...

Un tiempo vendrá

en el que, con gran alegría,
te saludarás a ti mismo,
al tú que llega a tu puerta,
al que ves en tu espejo
y cada uno sonreirá a la bienvenida del otro,
y dirá, siéntate aquí. Come.
Seguirás amando al extraño que fuiste tú mismo.
Ofrece vino. Ofrece pan. Devuelve tu amor
a ti mismo, al extraño que te amó
toda tu vida, a quien no has conocido
para conocer a otro corazón
que te conoce de memoria.
Recoge las cartas del escritorio,
las fotografías, las desesperadas líneas,
despega tu imagen del espejo.
Siéntate. Celebra tu vida.

Derek Walcott


Foto de Gabriel Peter: https://www.pexels.com/

Comentarios

  1. Ese vacío existencial del que hablas puede llegar en cualquier momento. Hablas de los 50 porque por desgracia es una edad en la que la mayoría paran. Toda su vida ha sido una carrera contra reloj para hacer. No para ser. Y llegan a una edad en la que casi todo está hecho. Entonces qué?
    Con suerte puedes haber sentido ese vacío antes de esa edad. Con suerte te has dado cuenta de que no hemos venido a hacer. Hemos venido a ser. A crecer como seres espirituales que somos. Que este cuerpo es el maravilloso vehículo que nos hará sentir como humanos, experimentar. Podremos, con suerte, correr, amar, cantar, bailar, abrazar, besar...cómo vamos a sentir tristeza de poder disfrutar con él? De que llegada una edad tenga arrugas o canas? Con todo lo que nos ha dado y nos da!!!! La cuestión es que no somos ese cargo que conseguimos, tampoco la mujer de..., no somos la madre de, esos son los papeles que en esta vida hemos tomado. Pero somos mucho más. Somos seres infinitos y eternos. Si conectas con eso, no hay crisis ni infelicidad. Hay amor, calma y felicidad.

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  2. Creo que tienes razón: ese vacío existencial puede aparecer en cualquier momento y es necesario que aparezca, porque solo así pararemos y aprenderemos que el hueco no se llena haciendo y persiguiendo sino siendo y parando. Me encanta sentir que somos seres espirituales. Me encanta conectar con eso. Gracias anónimo, por tus sabias palabras. De Clementinacrol.

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