El monje que deseaba ser lavandero


 Sólo tenía cinco años de edad cuando se quedó huérfano  y fue acogido en un  monasterio. Se convirtió  en novicio y con los años se hizo monje. Tenía unas sobresalientes dotes para la búsqueda  espiritual,  la comprensión  de los textos  sagrados y la concentración de la mente. Además de ser muy inteligente,  destacaba,  sobre todo,  por ser una criatura  siempre cariñosa y afable.

Cierto  día el abad hizo llamar al monje y le dijo:

—La naturaleza  ha sido sumamente  generosa  contigo. Tu cuerpo es fuerte y sano, tu mente es muy brillante, y tu corazón es amoroso  y compasivo. No me extraña  que a todos  les guste tu presencia  en nuestro  monasterio y te hayas ganado  el afecto  de todos  los que  aquí  estamos. Estás capacitado  para tantas actividades que de hecho no sé qué labor encomendarte. Estoy seguro de que podrías llevar a cabo cualquiera con toda perfección.  A veces pienso que deberías dedicarte  a la enseñanza  y otras, en cambio, a cotejar y traducir  textos sagrados; en ocasiones considero que deberías dirigir el dispensario  y otras predicar la Doctrina.  Eres asimismo la persona más capacitada para en su día sucederme.  Creo que debes ser tú mismo el que decida qué tarea desempeñar.

El monje, sin dudarlo  un instante,  dijo:

—Lavandero.

—¿Lavandero?  –preguntó el abad  verdaderamente perplejo y sin poder creer lo que escuchaba–. ¿Lavandero?

—Sí, lavandero  –aseveró el monje. Desilusionado, el abad preguntó:

—Pero ¿por qué precisamente lavandero? El monje repuso:

—Porque  así los demás me traerán  su ropa para que la lave y luego se la llevarán.  De ese modo,  nada  tendré que me pertenezca  y seré libre. La ropa viene y la ropa se va. Nada  quiero  retener. Mi deseo es convertirme en el monje lavandero.

Extraído de https://fluyesinmas.es/



Foto de Laura Tancredi: https://www.pexels.com/

Es sorprendente esta historia ¿verdad? Lo primero que nos viene a la cabeza es ¡Qué desperdicio! Y es que va en contra de una creencia que nos han metido a fuego: debemos prosperar, prosperar a toda costa. Los que no prosperan son los mediocres o los vagos o los que no dan más de sí. Y tú no quieres ser eso ¿verdad? 

Me gustaría hoy reflexionar sobre este tema, porque a veces nos hace mucho daño. Para empezar, vamos a tener claro qué es prosperar, según la sociedad. Prosperar es, cuando eres niño, sacar cada vez mejores notas; cuando eres joven, elegir una carrera de prestigio (Ingeniería, medicina, si eres de ciencias; ADE, derecho, si eres de letras). Por supuesto, quedan fuera las carreras de humanidades. "La niña ha salido lista ¿Cómo va a hacer filología, filosofía, historia del arte o literatura? ¡Qué desperdicio!" Cuando terminas la carrera, prosperar es conseguir un puesto de trabajo que a la sociedad le parezca reluciente. Cajera de supermercado no. Ni tampoco profesor de educación física. Se trata de un puesto en el que ganes mucho dinero, aunque te dejes la salud en el camino. Supongo que me entendéis ¿verdad? Y si es en Boston, o en Londres, todavía mejor. ¡Ay! Así somos los humanos: nos encanta llenarnos la boca con etiquetas, sobre todo si son inglesas... En fin...sigamos prosperando. En el trabajo tienes que ir subiendo y subiendo, dedicarle cada vez más tiempo, convertirte en jefe de cada vez más personas y ganar cada vez más dinero. Y cuantas más reuniones y comidas de trabajo tengas, más importante eres. Eso es prosperar, según esta sociedad en la que vivimos y si no lo haces, estarás tirando tu vida a la basura. En fin, un camino muy bien marcadito para los niños y niñas que salen estudiosos, responsables, seriecitos. No vaya a ser que en el futuro se les ocurra perder el tiempo yendo al parque con sus hijos...

Y ahora cierra los ojos y sé honesto: ¿de verdad es esto lo que piensas, es lo que deseas?

Entiendo que tu mente estará diciendo ahora: "Y esta Clementina ¿de qué va? ¿Pretende que nos vayamos todos a trabajar a un chiringuito en la playa? ¿Que dejemos de esforzarnos? ¿Que nos convirtamos en unos vagos?" Ay qué risa. Por supuesto que no es eso lo que pretendo. De hecho, admiro muchísimo a las personas con fuerza de voluntad, que como una hormiguita consiguen lo que quieren. "Lo que quieren" ¿Te das cuenta? No lo que quiere la sociedad. Pues la palabra "prestigio" conlleva estar a expensas de la imagen que das a los demás. Y si esa imagen consideras que es brillante, perfecto. Si no, te hunde como barco de papel en una tormenta. De lo que estoy en contra es de vivir constantemente hacia fuera, pendiente de lo que otros opinen, de aferrarte a tu imagen en el espejo. Estoy en contra de convertir tu vida en una carrera en la que persigues recompensas que otros han decidido por ti. Estoy en contra de no mirar adentro y preguntarte ¿Qué es lo que realmente quiero? 

¿Qué quieres? Quita las etiquetas, la espuma azucarada y el envoltorio ¿Qué te queda? ¿Con qué te quedas? Porque tanta imagen pública va en contra de un valor que para mí es esencial: la libertad. ¿Prefieres hacer lo que otros consideran que es prestigioso a costa de perder tu libertad? Ten en cuenta que no solo pierdes la libertad sino también tu luz, porque te conviertes en un ser color sepia, como una fotografía antigua de señor con bigote y señora con enaguas. Libertad y luz llevan al entusiasmo. Y ¡¡no hay fuerza de voluntad que pueda contra la falta de entusiasmo!! Lo digo por experiencia propia. Y sí, te puedes conformar. Tampoco pasa nada. Una vida sin entusiasmo, puede ser también vida, pero en color sepia. Tú eliges.

¿Qué quiero? Pregúntatelo cada día. Quizás no lo sabes porque llevas demasiado tiempo metido en el río de aguas turbias. Entonces pregúntaselo al sabio o sabia que llevas en tu corazón. Aunque hayas salido listo y estudioso, aunque se te den bien las mates, puedes elegir ser lavandero, porque de esa manera consigues soltar, sobre todo, palabras estrujadas como fama, reputación, prestigio, y encontrar aquello que te dé luz.

Comentarios

  1. Bueno, este tema no es fácil. Lo que sí es fácil es preguntarse "¿Qué quiero yo?" Y acostumbrarse a hacerse esa pregunta continuamente. No siempre será posible hacer lo que uno quiere, claro, pues a veces la vida te lleva por un camino que no deseas, pero al menos así, tendrás una brújula que te guíe en momentos de duda. Se trata de conocernos a nosotros mismos para no dejarnos llevar por los vientos de otros.

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    1. Sí. Es cierto que si no te acostumbras a hacerte esta pregunta, acabas dejándote llevar por la corriente, por lo que otros quieren. Así que hacerse la pregunta cada día, en silencio, escuchando al alma, es asegurarse de que sigues tus verdaderos deseos. No siempre será posible cumplirlos pero al menos, irás avanzando en el conocimiento de ti mismo. Gracias por tus palabras.

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  2. El otro día fui testigo pasiva de una conversación. No intervine. Sólo escuché. En esta charla se valoraba, de forma inconsciente pero constante, la inteligencia de determinadas personas. También era importante su apariencia física, su forma de vestir, hablar, moverse...su capacidad económica; y yo desde mi abstraida y callada quietud pensaba, el físico, la inteligencia y conocimientos de una mente limitada, las ropas, el dinero....todo se quedará, se marchitará porque tan sólo es el disfraz de este personaje. Y las emociones que esa persona me hace sentir, y la bondad que veo en su mirada, y la compasión que siente, y el amor que me deja en cada conversación, y así un largo etcétera. Todo lo que sí pervivirá eternamente. Por qué no hablan de eso? Menos prestigio y más amor. Gracias Clementina

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    1. ¡Qué interesante lo que dices! Es muy importante que nos demos cuenta de esto. Este fin de semana hemos ido a una boda y nuestra mayor preocupación era: "¿Qué vestido me pongo?¿qué zapatos? Tengo que arreglarme el pelo". Dedicamos mucho tiempo a todo lo superficial, dejando de lado lo realmente importante: El Amor. Propongo dedicar menos tiempo a nuestro atuendo y más tiempo a escuchar atentamente a las personas, a sonreír, a hacer que se sientan acogidas. En las bodas y en todo momento. Gracias por tus palabras, Anónimo.

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