Yo no soy yo.
Soy éste
que va a mi lado sin yo verlo,
que, a veces, voy a ver,
y que, a veces, olvido.
El que calla, sereno, cuando hablo,
el que perdona, dulce, cuando odio,
el que pasea por donde no estoy,
el que quedará en pie cuando yo muera.
Juan Ramón Jiménez
Foto de Ismael Sánchez: https://www.pexels.com
Yo no soy esta máscara que me he fabricado para que los demás me quieran, para sentirme especial, para rellenar el vacío que se abre en mi vientre cada mañana o un día de lluvia cualquiera.
Yo soy la plenitud de un baño en el mar, rodeada de estrellas.
Yo no soy el personaje que va con colorete y perfume a la oficina, sonriendo a veces, gruñendo otras, perdiéndose entre papeles que contienen letras sin sentido. Tampoco la que en las reuniones se queda sin habla, agazapada en su rincón.
Soy un alma que se disfraza solo para divertirse y que juega con las corbatas y los sombreros.
No soy yo estas manos que envejecen cada día ni ese rostro que en el espejo me dice que no soy suficiente, que todavía me queda un largo camino hasta la perfección.
Soy la belleza de un instante de amor.
No soy la estudiante que ansiaba ser la mejor de la clase, ni la joven coqueta que cosechaba poemas. No soy la grande, ni la insignificante, la triste, o la aburrida.
Soy el vuelo de una mariposa que pinta una obra de arte con las nubes.
No soy cuenco vacío, ni luna nueva, ni manos huecas.
Soy abrazo de algodón, luna llena, manos que sanan.
No soy esa voz que grita palabras que me rompen. ¡Esa voz no soy yo! Simplemente me acompaña y cree, ignorante, que solo en sus brazos podré sobrevivir.
Sí, en cambio, soy la anciana sabia que susurra calma cuando las olas infinitas despluman atardeceres.
Yo no soy yo porque ese "yo" está atado y duele, está hecho de esquina, no cree ni sueña, y no ha probado la eternidad, que seguramente sabe a pastel de queso.
Sí, en cambio, soy la que me acompaña paciente cada día, esperando de mí una sola mirada. La que me deja mensajes en cada pétalo. La que me regala milagros envueltos en tu sonrisa.
Yo soy, ahora lo sé, la que quedará en pie cuando yo muera.
Gracias por este regalo atemporal, pero que hoy toca mi corazón especialmente
ResponderEliminar¡Cuánto me alegro, Maribel! Tu comentario también ha sido un enorme regalo para mí.
EliminarSería conveniente releer esta verdad hecha poesía cada mañana antes de que la rutina nos haga olvidar quiénes somos. Cada vez que el día nos tumbe con sus sorpresas menos bonitas y dejemos de confiar. Cada noche antes de dormir, para que el alma nos lleve mientras soñamos a recargarnos bien de luz para el siguiente día.
ResponderEliminarY que podamos pasar cada vez mas tiempo de nuestra vida en ese espacio de luz, para actuar, pensar y sentir desde ese espacio. Conseguir descansar de la máscara un minuto más cada día. Estamos unidas en este propósito de luz, Sangani.
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