Entrar en otra dimensión

Una experiencia autotélica (es decir, aquélla de la que disfrutamos  por el simple hecho de realizarla, sin esperar un resultado o un beneficio) es muy distinta de los sentimientos que tenemos normalmente durante nuestra vida. Muchas cosas que hacemos de forma ordinaria no tienen valor en sí mismas; solo las hacemos porque tenemos que hacerlas o porque esperamos algún beneficio futuro de ellas. Muchas personas sienten que el tiempo que pasan en su trabajo está, esencialmente, malgastado.(...) Algunas personas también creen que el tiempo libre se malgasta. Como resultado, la vida pasa en una secuencia de experiencias ansiosas o aburridas sobre las cuales la persona no tiene ningún control.

La experiencia autotélica, o flujo, eleva el transcurso de la vida a otro nivel. La alienación da paso a la involucración, el disfrute reemplaza al aburrimiento, la impotencia da paso al sentimiento de control y la energía psíquica trabaja para reforzar la personalidad en lugar de perderse al servicio de unas metas extrínsecas. Cuando la experiencia es intrínsecamente gratificante, la vida está justificada en su presente, en vez de ser el rehén de un hipotético beneficio futuro.

Extraído del libro Fluir (Flow) de Mihaly Csikszentmihalyi


El viernes pasado fui la humilde espectadora de una experiencia autotélica (¡qué palabrita!). Fue en el cautivador concierto de un grupo de hombres que se reúne cada quince días para cantar y tocar música andina en un bar perdido del centro de Madrid. Como espectadora, pude sentir la energía que emanaba de todos estos hombres, que no necesitaban un número concreto de espectadores, un dinero, o un aplauso para disfrutar. Tan solo necesitaban su entusiasmo, su voz y múltiples instrumentos como el charango y la quena, para adentrarse en un mundo que pertenecía a una dimensión distinta, en la que el deleite y el momento presente eran los únicos protagonistas. 

El viernes pasado me di cuenta del poco espacio que dejo en mi vida para actividades como la descrita. Me paso el día actuando por deber, por el resultado y por lo que los demás esperan de mí. Todos los "para qués" que hay detrás de mis minutos están llenos de un significado que nada tiene que ver con el disfrute: ganar un sueldo, tener la casa ordenada,  estar sana, que mi vida esté equilibrada, ser buena persona... Y lo que hago solo por placer está cargado de culpa porque "debería estar haciendo algo productivo." 

Me pregunto si tú también vives de esa manera: con culpa por dedicar tu tiempo a algo que simplemente disfrutas y ya. Si es así, creo que tanto tú como yo estamos tremendamente equivocados. Cierto es que la vida te obliga a algunas tareas que no son nada agradables pero que hay que hacer, por ejemplo, la declaración de la renta o prepararse para una colonoscopia. Cierto es que no podemos abandonarnos al hedonismo, dejando en la cuneta nuestro traje de adulto serio. Sin embargo...

Una vez ganado el pan y cuidado nuestro cuerpo, mente y a las personas que nos rodean (si lo necesitaran), el resto del día ¿por qué no dedicarte a esa actividad en la que para ti el tiempo, los planetas y los documentos dejan de existir, entrando en la mágica dimensión donde los únicos protagonistas son el gozo y el momento presente? Dímelo tú, adulto con corbata y sombrero que dejó hace tiempo de jugar: ¿Por qué no te lo permites sin culpa? Y es que quizás ni siquiera hayas descubierto cuál es esa actividad...

Tras el arrebatador espectáculo del viernes pasado, me propongo liberarme de la ingrata culpa que me invade junto con la ristra de "deberías" que la acompañan, cuando no hago algo "productivo". Creo que después de haberme pasado la vida haciendo lo que se "debe", necesito urgentemente quitarme este mohoso traje para ponerme otro, el del regocijo. Harta ya de tanto beneficio externo, deseo experiencias autotélicas (me empieza a gustar la palabra), como la de ese grupo de hombres que cada quince días llena su maleta de pinquillos, zampoñas y sikus para tocar y cantar canciones andinas en un bar perdido del centro de Madrid.

P.d.- Esta entrada está dedicada a mi amigo Isaac, uno de los hombres de ese mágico grupo. Gracias por el concierto del viernes. ¡Volveremos!


Os dejo con un vídeo del grupo


Comentarios

  1. Gracias por las alusiones.
    La verdad es que disfrutamos mucho de nuestra afición.
    Sea cual sea la de cada cual, hay que cultivarla y dejarla fluir con regularidad, y por el mero placer de hacerlo. Es muy recomendable.
    Tu también estás disfrutando manteniendo vivo este blog en el que nos regalas mucho de ti; y esto es muy bonito.
    Gracias!

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