Ayer cumplí un sueño imposible. De esos que ves inalcanzables, que se escapan de tus manos, que no parecen de este mundo. Os podéis imaginar cómo estaba los días previos ¿no? Un cúmulo de emociones se arremolinaba en torno a mis entrañas impidiendo que me concentrara en las tareas mundanas. Necesitaba compartir lo que me pasaba pero... no quería parecer infantil ante los demás pues mi ego me susurraba: "Una persona madura y sabia no se emociona por estas cosas". Así que fingí seguir siendo una persona madura y sabia.
Y llegó el día. En mi interior se desató la revolución. Mis amigas las expectativas hacían mucho ruido mientras subían hacia la cumbre de la montaña nevada. Y yo les gritaba "¡Bajad de ahí! Tenéis que permanecer en la llanura, que si no la decepción va a ser estrepitosa." Fue difícil pero conseguí atarlas con un lazo, tiré fuerte y pude contenerlas... un poco.
Y... llegó el momento. Ahí estaba, como si nada pasara. El personaje, mi idolatrado personaje, había salido de la pantalla y, con toda naturalidad, se había sentado a mi lado. ¡A mi lado! Entonces la vida me hizo un guiño de complicidad. Desenvolví mi regalo, lentamente, con esmero, de la mejor manera que pude. Y lo disfruté, también con esmero, de la mejor manera que pude. Había luces en el techo y en mi alma, había luces rodeándome, como si todas las luciérnagas del universo se hubieran confabulado para estar conmigo. Cautivada por sus palabras serenas, profundas, vibrantes, tuve la sensación de estar en el lugar más privilegiado del mundo bebiendo el agua fresca que salía de una fuente infinita. Y supe que la montaña nevada, en ese mismo momento, me estaba haciendo una reverencia.
Hoy es el día de después y reconozco que siento cierto vacío en el pecho, porque ha llamado a mi puerta la pregunta "¿Y ahora qué?" haciéndome muy ardua la tarea de concentrarme en la lectura de documentos sin brillo, de fingir que nada ha pasado y que soy la misma persona serena y madura que debe aparentar no emocionarse con estas cosas. ¿Y ahora qué? Ahora me doy cuenta de que este agujero del día de después solo puedo llenarlo zambulléndome de cabeza en las resplandecientes aguas de la gratitud. Por eso os digo:
💗Gracias Concha por haber pensado en mí.
💗Gracias papá por haberme invitado a la cena y por acompañarme en esta vida. Para mí eres mucho más valioso que cualquiera... nunca lo dudes.
💗 Gracias emociones por quedaros conmigo, a pesar de que muchas veces os meto en un frasco para no parecer infantil o loca.
💗Gracias Bea por haber movido tus hilos para hacerme un hueco a su lado.
💗Gracias Mario por haber salido durante un rato de tu remoto universo para acercarte con tanta sencillez al mío. Eres tal y como te imaginaba: profundo y cercano. Ojalá pueda disfrutar más veces de tu conversación.
💗Y gracias Vida por haberme ofrecido este regalo envuelto en luciérnagas.
Mario Alonso, es una extraordinaria persona, sus mensajes, su paz, su brillo no dejan indiferentes a nadie. Qué suerte haberle podido conocer!!! A mi también me encantaría charlar con él, aunque fuera un minuto. Enhorabuena, Clementina.
ResponderEliminarEnhorabuena, Clementina por seguir ilusionándote de esta forma .
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