Eulalia es una señora de cerca de 90 años, bajita, llena de energía, que cada mañana aún se arregla con esmero antes de las 9, con un peinado elegante, bien cuidada y maquillada. Es casi ciega y hoy sus familiares la van a ingresar en una residencia, ya que han pensado entre todos que es la forma de que Eulalia esté mejor atendida. Después de esperar una hora en la recepción de la residencia, por fin le dicen que está todo listo y la admisión se ha realizado correctamente. Ella sonríe y mientras se dirige al ascensor escucha atentamente la descripción de su pequeña habitación y de lo que puede verse desde su ventana. - “Me encanta”, dice entusiasmada como una niña a la que le regalan un perrito nuevo. - “Pero señora, si ni siquiera ha visto la habitación todavía... ¡Espérese un momento para verla!”. - “Eso no tiene nada que ver, no hace falta. La felicidad es algo que una decide por adelantado… Que mi cuarto me guste, no depende de la disposición de los muebles o de la decoración de la ventana, sino de la disposición de mi mente."
Autor: desconocido.
Foto de Italo Melo: https://www.pexels.com/
Todos hemos conocido personas que se adornan cada día con una sonrisa de vistosos colores y palabras amables, que bailan con las olas, que observan la vida desde la gratitud y huelen a amanecer. También hemos conocido personas que van desperdigando sus quejas como si quisieran alimentar con ellas a las palomas, que tuercen el gesto a cada paso, que sienten que la vida ha sido, es y será una batalla y que huelen a rincón mohoso. Todos somos, en realidad, ambos personajes, lo que significa que sí, que tú también tienes una Eulalia dentro. Pero no confundamos...
Ser Eulalia no es
estar todo el día alegre tapando la tristeza, la ira, el abandono, la desolación o el desasosiego, sino permitirse sentir lo que viene sin regodearse en el abismo de espinas a la que la mente, con todas sus palabras, te arrastra.
Ser Eulalia no es
dejar que cualquier camión te pase por encima, mientras tú sonríes al engreído conductor, sino utilizar tu fortaleza para alzar barreras ante aquéllos que todavía no han aprendido a amar.
Ser Eulalia no es
pasar de todo, ser una ameba a la que arrastran las olas, sino saber distinguir lo que de verdad es importante, que es muy poco en realidad, y cuidarlo con esmero cada día.
Ser Eulalia no es
vivir de espaldas a la realidad, sino tomar la luna con tus manos, darle la vuelta y observar su lado luminoso.
Por eso, ahora que empieza un nuevo curso y que los niños estrenan mochilas y zapatos ¿por qué no estrenar nosotros, los adultos, una nueva mirada, la mirada de Eulalia? Ten en cuenta que durante este curso que empieza en septiembre, tu felicidad no dependerá del color de las cortinas, del material del suelo ni de la forma del espejo que hay en tu habitación, sino del personaje que cultives en tu interior a cada instante. Tú decides.
Simplemente maravilloso, Clementina!!! Me voy a proponer este curso ser Eulalia. Un beso enorme
ResponderEliminarMuchas gracias Begoña!! Y qué suerte tener cerca personas como tú.
EliminarNecesitamos tu sabiduría Clementina para afrontar este curso y muchos más por favor! Y no has podido empezar de mejor manera! Ojalá que consigamos todos ser un poco Eulalia y Clementina!
ResponderEliminarLo estamos consiguiendo, querido anónimo. No siempre, pero sí cada vez más. Mi sabiduría también es la tuya.
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